"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Monocromía.

Miré hacia abajo y vi mi café en estado de reposo con los posos en el fondo. Era de ese color esperanza del que tanto he hablado. El sobrecillo de azúcar lo eché entero porque sabía que tenía el número exacto de gramos para que no estuviera ni muy dulce, ni muy amargo. Le di vueltas y me fijé en cómo se formaba en el centro un pequeño remolino. En ese remolino iba de todo: agua, café, azúcar y los posos. Di vueltas en el sentido de las agujas del reloj hasta que todo estuvo bien mezclado (los posos evidentemente no). Di un trago y sentí cómo el café y sus acompañantes bajaban por mi garganta. Ardía. No estaba acostumbrado a tal calor. Iba bajando y abrasando cada milímetro del conducto. Cada gota, cada mililitro estaba cargado de energía calorífica. Mis labios también se resintieron al sentir el calor del líquido. Mi cerebro como respuesta mandó manchar todo mi pantalón nuevo y pronunciar algunos insultos a un alguien indeterminado. Sequé mi pantalón con una servilleta impermeable de bar y esperé a que se enfriara un poco. Mientras, encendí un cigarro y observé la destartalada techumbre bajo la que me encontraba. Menuda mierda de bares que me buscaba para tomar un café a las dos y media de la tarde. Era extraña la sensación que tenía al fumar y no quemarme después de lo ocurrido con el café. Y delante de mí, la pared color marrón.

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