"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

lunes, 28 de febrero de 2011

Pobre Mario.

Lo veo ahí, pequeño y diminuto. Sin más forma que la de sus letras y sin embargo lleno de sentimientos, sentidos, experiencias, vivencias. Más incluso que si fuera real. Pobre Mario. Si su autor no fuera tan triste y melancólico... No tendría que llorar la falta de su amada. Viviría sin miedo, contento, sin más preocupación que hacerla feliz. Y sin embargo le falta lo que más anhela. Encadenado a una hoja de papel y a unos trazos de tinta. No es un humano y sin embargo se comporta como el que más. Y sabe que nunca saldrá de este drama...

miércoles, 23 de febrero de 2011

Flashes.

Despresurizar una lata. Dilatar una pupila. Erizar el vello. Encender un foco. Cargar una pistola. El claxon de un coche. Un orgasmo. La lluvia caer. El crepitar de un cigarro. Una respiración profunda. Verter cerveza en una jarra. Acariciar una tela. El caer de un casquillo de bala. Un palo cortando el viento. Golpear dos metales. Cerrar con un portazo la puerta de tu habitación.

martes, 22 de febrero de 2011

Gotas.

Una gota cae. Lentamente se despega de la superficie que conforma el techo de mi habitación y cae muy despacio. Choca contra un pequeño charco. Entra y, como si saliera de forma rebotada, salta y vuelve a entrar y sale con cada vez menos fuerza hasta que se convierte en una simple onda. Tumbado en mi cama boca arriba cierro mis ojos y recuerdo la caída de esa gota.

Caminaba escuchando música y me crucé con una señora. Su olor a colonia barata era bastante fuerte y permaneció en mis fosas nasales algunos segundos. Cuando se fue esa sensación, olía todo desde otra perspectiva. Inspiré con fuerza.

-No todo gira a tu alrededor, no te creas el centro del mundo.- Me dijo con voz repelente.
-No me lo creo, lo soy. Por cierto, ahora entiendo por qué estás sola todos los fines de semana y lloras al no tener a nadie en quien confiar.- Me levanté de la silla y dejé aquel lugar.

Veía la superficie de la piscina al final, muy lejos de mí. Y yo dentro del agua, desperté y vi que la piscina era más grande de lo normal. Era enorme. no podía llegar a ninguna de sus paredes. Tampoco al fondo. Y mucho menos alcanzar la superficie. No llegaría con aire suficiente. Empecé a necesitar aire. Cerré mis ojos.

Estaba en el suelo y alguien me pegaba patadas en el estómago. Yo me encogía para amortiguar los golpes. Mi agresor gritaba: "¡Cabrón! ¡Así aprenderás a no mirar más a mi novia!" Conseguí levantarme. Cerré mi puño. Golpeé en su cara y me marché del lugar dejando a ese capullo en el suelo en estado de shock.

Otra vez en mi habitación. Esas gotas seguían cayendo y golpeando en el suelo.

Nube Grease.

"¡Qué tendrá ese maldito nombre! Con unas cuantas letras, ya sean pronunciadas o leídas, consigue sobresaltarme. Y es un simple nombre, un conjunto de signos sin más significado que el de designar a alguien. Y sin embargo, me conmueve."

Borracho de aburrimiento escribía Gary estas palabras y con ellas evocaba a su amor, Sandy. Le encantaba la canción que John Travolta dedicaba a Olivia Newton John en Grease y en la ducha imaginaba ser el protagonista cantando tan preciosa canción al oído de su amada. Pero la realidad era que ni él era Travolta, ni ella su Olivia y ella no le amaba. No, ella no le amaba. Ella tenía su Travolta particular y no llevaba por nombre Gary.

Tenía casi asumido esto último pero una simple mirada, un simple saludo hacían avivar el fuego que, a base de ignorarle, parecía casi apagado. Las brasas no se pagaban. Incandescencia que lo traía de cabeza desde hacía concretamente 4 meses. Él no se había declarado, y sin embargo, conocía a la perfección la respuesta. Vivía en constante pesimismo que escondía tras su careta de payaso y derrochaba optimismo por donde pasaba, pero sólo para los demás.

La droga de amarla acabó con su personalidad.

domingo, 20 de febrero de 2011

3:25 a.m.

Vuelvo a casa borracho y sin pasta.
Solo y triste por una ancha avenida que daba nombre a nuestra región.
No te lloro, pero lloro.
Y ni el mismísimo Shakespeare sintió esto.
Una herida de amante pero sin pasión de amado.
Unas baldosas con frío y unas calientes manos.
Sin sexo y sin preocupación por él.
Buscar en las alcantarillas mi pulsera perdida y encontrar mi corazón destrozado.
Quiero llorar y no echar gota.
Quiero fundirme sin calor.
Me apagaré sin viento y sollozaré por temor.
Ni el Paraíso es tan bueno, ni el Hades era un horror.
Me desfasaré y luego pensaré.
Me enamoré y, ¡Que te jodan si dolió!
Y tanto que dolió...
Ahora no sueltas palabra y aún me duele más.

Mundo egoísta.
Egoísta mundo.
Da igual como lo llames,
el amor seguirá otro camino.

jueves, 3 de febrero de 2011

Jazz.

Camino sólo por una calle de Boston a las 5 de la madrugada mientras fumo un cigarrillo. Hace un frío que cala hasta los huesos. Encojo los hombros y me escondo tras mi larga gabardina y bajo mi oscuro sombrero. Todo esto mientras pienso en mis cosas, en mis dudas, en mis pensamientos, en mis obsesiones. Camino por la acera cuando, de repente, encuentro delante de la puerta de un tugurio a un señor con uniforme de camarero: camisa blanca, chaleco de rayas rojas y blancas verticales, pantalón negro y pajarita a juego. Era un señor de unos cuarenta y cinco años, con poco pelo y poblado bigote. Con una fuerte exclamación se dirige a mí diciendo:

-¡Buenas noches, caballero! Pase a nuestro local Swing of the Night, tenemos a las mejores chicas de la ciudad y música jazz en directo.
-Lo siento, - contesté sin expresar sentimiento alguno - no me apetece.
-¡Vamos! ¿Va a desaprovechar esta oportunidad? ¿Tiene algo mejor que hacer a estas horas? ¡Pase! Le invitaremos a la primera copa.

Cedí a la oferta del camarero y éste me invitó a pasar.

-¿Me permite su abrigo, señor?

Le dejé el abrigo y el sombrero para que lo colocara en el guardarropa. Camino por un largo pasillo poco iluminado. Se oía el dulce sonido de un saxo acompañado de un piano. Llego a la sala principal y, efectivamente, encuentro un pianista y un saxofonista. Los dos eran negros y tocaban con mucho sentimiento, casi expulsando sus almas en la música. La sala estaba recubierta por una neblina de humo de tabaco que hacían del lugar un sitio entrañable. Los músicos se encontraban a la izquierda, en un pequeño escenario. A la derecha una barra, a un lado el emborrachador, a otra el emborrachado. En el hueco entre la barra y la tarima denominada escenario unas cuantas de mesas, todas ellas vacías. Decido sentarme en una y pido un whisky solo.
Al momento llega una señorita rubia, muy guapa, con corsé a juego con el chaleco de los camareros, medias negras, tacones negros, liga roja y una pluma negra sobre su tocado perfectamente colocado. Con voz dulce me pregunta:

-Hola, guapo, ¿quieres pasar un buen rato?
-La oferta es tentadora, pero lo siento, no busco eso ahora mismo.-respondí.
-Vamos, sé que no puedes resistirte, ninguno lo ha conseguido hasta el momento.

Ella me acariciaba la cara y los hombros mientras hablaba. Me levanto, le doy un beso apasionado en los labios y me vuelvo a sentar diciendo:

-Seguramente haya sido ahora mismo uno de los hombres que más y mejor te haya amado.

Ella me miró extrañada, confusa, sin saber qué decir.

-No digas nada,- dije -sé que no entiendes esto, ni me conoces y sin embargo sé que llevas desde los 17 aquí. Que al principio no te gustaba pero luego te acostumbraste. Que has fingido enamorarte de cinco hombres al día, o más bien a la noche. Que te gustaría formar una familia estable y poder dejar esto pero sabes que no puedes, que tienes que seguir trabajando para él, el hombre al que más odias.

La chica dio unos pasos hacia atrás.

-¡Cállate! ¡No me conoces, no tienes ni idea de quien soy!- contestó nerviosa.

-Que te llamas Penny. Que vives en la calle Charles Johnson. Que te gusta escuchar música al despertarte y odias los paisajes de montaña. Que eres huérfana de padre y tu madre es alcohólica. Que estudiaste en el colegio Jason Hawks. Que nunca creíste en ningún dios. Que tu mejor amigo era Dave. Que siempre estuviste enamorada de Tommy.

La chica quedó anonadada ante mis palabras.

-¿Quién eres tú y de qué me conoces? - Preguntó muy nerviosa.

Encendí un cigarrillo tranquilamente y dije no sin antes suspirar:

-Soy el hombre que te ha amado desde el primer momento en que te vio. Soy el que siempre te prestó atención aunque ésta no fuera recíproca. Soy el que te vio enamorarte y desenamorarte. Soy el que escuchó tus llantos cuando la gente te criticaba. Soy el que intentó beberse tus lágrimas para que no quedara ni rastro de tu pena. Soy el que te buscó en bares, ciudades y locales para poder verte. En definitiva, soy el que ha estado esperando este momento 13 años, 4 meses, 1 semana, 3 días y 5 horas exactamente.