Me perdí por Madrid entre cervezas, cafés y algún que otro vaso de ron. Y no dejé de caminar apoyando la mirada en cada esquina, en cada edificio, en cada rostro en el que buscaba lo que nunca supe manejar. Y tras cada trago a una rubia, las mentes se abrían. Nos dejamos lo de dentro en una esquina de bar entre acordes de rock&roll. No picaba la resaca porque el sol estaba tímido y Chaouen como una letanía retumbando en la memoria:
¿Cómo se miden las mañanas moribundas?
¿Con cuánto se inunda un oasis de preguntas?.
Y así se fue Madrid. Y así regreso a casa.