"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

lunes, 22 de noviembre de 2010

El Teatro de la Vida.

Ella era una chica guapa, simpática y de familia adinerada. Unos papis muy guays que le consentían todo aunque ella era lo suficientemente madura como para saber que los consentimientos no le convenían. Vestía ropa de marca y no iba nada mal en los estudios. No solía enamorarse y los chicos no eran su centro de vida, lo encontraba en sus amigas. Los días eran todos iguales para ella: levantarse temprano, acicalarse lo suficiente para tener buena presencia, ir al colegio, llegar a casa, comer, estudiar y buenas noches, hasta el día siguiente. Un poco se rompía la rutina al llegar el viernes y el sábado, pero lo justo. Su comportamiento era excelente y sabía lo que correspondía a cada etapa de su vida. Le gustaba la música, el atardecer, la ciudad y el café. Difícil era que alguien entorpeciera el curso de su vida, y más si hablamos del terreno del amor. Todo era perfecto para ella y el viento soplaba a su favor.

Él era un chico normalito, no llamaba la atención ni por su físico ni por su carácter y el dinero no sobraba en casa. Se vestía con ropa muy corriente y no podía permitirse grandes lujos. Sus no padres se preocupaban por sus estudios aunque él pretendía ser completamente independiente. Le costaba aprobar pero lo conseguía.  En su rutina tenía que añadir el cuidado de su hermana pequeña, que sufría una fuerte enfermedad y sus padres creían tener cosas más importantes que hacer, como discutir, en vez de preocuparse de la niña. Se le llenaba la cabeza de fantasías y las escribía cada día y cada noche en una libreta con una portada en la que ponía en grande "MATEMÁTICAS". Era una manera de ahuyentar a los cotillas. Sí, como podéis imaginar, estaba enamorado de la chica de antes.

Lo curioso es que ella también se enamoró de él un día frío de diciembre. Era extraña la pareja y realizaron locuras propias de la edad (incluso alguna que no lo era). Se amaban y deseaban a pesar de sus diferencias. Mas poco a poco él pudo dedicarle cada vez menos tiempo a su tan anhelado amor. La familia le pedía demasiado y ella exigía lo que le correspondía. Él cuando la tenía creía ser el chico más feliz y pensó que no conocería la soledad nunca.  Ella lo dejó y él se resignó. Tenía que cuidar a su hermana y procurar que su madre no fuera golpeada por su padre cuando llegaba borracho a casa.

Pasaron los años y ella ya había olvidado a su amor. De hecho lo había sustituido un par de veces desde entonces. Él ya no vivía con sus padres, lo hacía solo. Tenía un trabajo, no muy bueno, pero un trabajo. La casa no era muy bonita pero se podía vivir en ella. Pero algo no cambiaba: su amor. Había vivido tan intensamente ese periodo de tiempo que cada día podía sentir los besos de ella. No podía olvidar nada de lo que había vivido.

Un día él, tras salir de su trabajo, la vio salir de la universidad. Él la reconoció pronto, había imaginado cómo sería y no distaba mucho de su imagen ideal. Seguía siendo tan guapa como antes. Quizás más. Mantenía su sonrisa y seguían formándose unos hoyitos en las comisuras de sus labios cuando reía. Él se acercó y le dijo que no se había olvidado de ella en ningún momento. Que la había sentido cada minuto, cada segundo de su vida. Que la había imaginado hasta el momento. Ella lo reconoció pero no quiso identificarlo. Le dijo que las cosas no eran como antes. Ella siguió su camino aparentemente impasible. Él bajó los hombros y continuó andando hasta su casa, algo más viejo y derrumbado que antes. Pero a pesar de todo, ella aún notaba las brasas que quedaban encendidas de ese antiguo amor.

Lo días pasaron y sus vidas no fueron paralelas, se cruzaban a menudo. Ambos saben que su historia, fue una historia de amor con vestido de tragedia.

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