"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Fuga.

- ¡Jason! ¿Qué cojones estás haciendo? ¿Quieres que nos maten?
- No, claro que no pero...
- ¿Pero...? ¿No ves que nos están pisando los talones? Coge el arma de la parte de atrás.

Jason se quedo quieto, inmóvil. Parecía no estar en esa camioneta vieja. Tenía la mirada fija en el vacío. Un muerto en vida. Ni siquiera la velocidad del vehículo le asustaba. Simplemente no vivía de puertas para afuera. Sintió un fuerte zarandeo y un par de palmadas en la cara.

- ¡Maldita sea! ¡Despierta! ¿Qué coño te pasa?

Jason se asustó y pareció volver en sí. Los ojos volvieron a tener vida y tenía una pequeña sensación de conmoción. No sabía dónde estaba ni por qué había tanto ruido de sirenas de coches de policías.

- ¡Vamos, coge la M60!

Se sentó en la parte trasera de la camioneta y comenzó a disparar mientras gritaba, descargando la adrenalina. Ya lo recordaba todo pero no había tiempo de explicarlo.

- ¡Dale más caña a esta lata, joder!- gritó Jason- ¡Conduces como una vieja!
- No me jodas ahora, Bella Durmiente.

Y mientras las sirenas se alejaban lentamente, Jason encendió un cigarrillo.

- Cámbiame el sitio. Me toca conducir. Descansa un rato.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Desafinado.

Y quizás acabe en cualquier rincón
borracho, sin nada que objetar,
con una botella de ron bajo el brazo
y mil ideas muertas bajo los sesos.

Que duelen las heridas del pasado,
escondidas bajo la piel pero sucias,
infectadas y doloridas, abiertas siempre,
y para cerrarlas hay que cortar primero.

Abrazado a un sutil piano,
sin nadie a mi alrededor que espere su sonido.
Que no cure ni tampoco hiera.
Que sepa decir "quédate toda la noche".

Me preguntarán y sonreiré.
Me reiré y haré como que no tengo muros.
Y mientras esconderé mis puños
ambos bañados en sangre.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

How to disappear.

Que al quitarte de en medio en un sitio
estás ocupando espacio en otro.
En algunas zonas, respirar es un privilegio
y tú estás abusando de él.

No te das cuenta de que vagas
y vagas y vagas y no encuentras
un lugar donde descansar la espalda,
un lugar donde no estorbes.

Y acabas dando tumbos y cayendo
contra el suelo, inerte, borracho,
muerto en algún sentido pero
más vivo que nunca en otro.

Vivir duele si no sabes cómo hacerlo
así que buscas maneras de escapar,
maneras de desaparecer sin hacer ruido,
maneras de existir, o no, pero sin destacar.

lunes, 9 de diciembre de 2013

De billetes y sonrisas.

Y volvió a vestirse de barrio rojo
con un vestido a juego.
Se sintió como pez fuera del agua
cuando intentó dejar el negocio.

Volvió a hacer la calle
a pesar de que más de uno quedó enamorado.
Pero le daba igual,
la decisión era definitiva.
Decía haber nacido para ello.

Y sus ojos brillaban en la noche
mucho más que los de las chicas decentes.
Y se reía porque era consciente de ello.
Y sonreía porque ellos enloquecían.

Y las manchas de tinta en sus brazos
le recordaban cada día
que no había llegado su momento,
que aún tenía que disfrutar
con los labios y no con billetes.

lunes, 2 de diciembre de 2013

El zorro.

¿Quién se perdió en aquella noche cerrada?
¿Quién echó la llave al cielo?
Que si cerraron el Paraíso
no será él quien se preocupe.
Que si Dios fue el ingeniero
se equivocó al pensar
que todo esto acabaría antes.

¿Por qué nadie alumbró el camino?
¿Por qué todos lo olvidaron?
Que vagó sin rumbo durante años
e intentó vivir consigo mismo
sin darse cuenta de que un zorro cada día,
en silencio,
le abría y destrozaba el pecho.

¿Cómo puede aún gritar sin ser visto?
¿Cómo es que no ha desaparecido?
Y de sus heridas más viejas
todavía brota sangre tibia
que tiñe los escritorios secos
y florecen
cartas de despedidas.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Muriendo por sobrevivir.

Siempre intenta pasar del domingo al lunes rápido. Se hace creer que existe un puente con niebla por el que puede cruzar sin hacer ruido ni mancharse los zapatos. Pero cuando se acerca cada fin de semana vuelve a darse cuenta de que es un acantilado lo que tiene que cruzar: sin cuerdas, sin piolet, vestido de traje y solo con sus manos. Todas las semanas termina con manos y pies ensangrentados y dejando su rastro rojizo por la gran pared rocosa. A veces decide subir con zapatos. A veces decide subir sin chaqueta. Y cuando llega a lo más alto cae, rendido al suelo. No le consuela pensar que ha llegado al lunes, sino que quedan seis días para el siguiente acantilado.
Y así seguirá semana tras semana.
Matándose en cada domingo.
Muriendo por sobrevivir.

domingo, 10 de noviembre de 2013

La noche.

La noche.
Ese monstruo infinito.
Era de noche
cuando el niño lloraba en la oscuridad de su cuarto.
La misma noche que abre sus fauces
y succiona hasta el último resquicio de aliento.
Es de noche
cuando despliega la capa de mis miedos
y los riega y hace florecer.
La noche.
Es de noche
cuando el universo se lanza en picado
contra mi pecho.
La misma noche aquí
que no me permite escapar.
Era de noche
y blandía su fría espada
para sofocar todas las chispas.
Ese monstruo infinito.
Esa eterna incertidumbre.
La noche.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Locura silenciosa.

Siempre fue una mentirosa
con su lado brillante
y su oscuro secreto.
Mostrar el mismo lado
quizá sea su punto fuerte.
Tiene frío y muere joven
pero es eterna y siempre gira.
Orbita alrededor del azul
y no es más que un punto
insignificante
en el infinito.
Algunos dicen que quiere ser madre.
Otros que es la culpable
de inducir a la locura,
de guiar al suicidio.
Por eso cada mes
se esconde avergonzada
por la magnitud de sus pecados.
Y su destino está encadenado
como Prometeo a su castigo.

Se me olvidaba que en Londres no conocen la luna.

viernes, 25 de octubre de 2013

La gran ciudad.

Era de noche y el niño se encontraba perdido en la gran ciudad. Calles enormes y mucha gente extraña. No sabía cómo había llegado hasta allí. Corría de un lado a otro intentando llegar a algún sitio reconocible pero era inútil. Parecía que, de repente, había sido teletransportado a otra parte en el mundo. Comenzó a llover y no tenía con qué taparse, así que se apresuró a llegar a un pequeño saliente en la pared para refugiarse. Tenía frío y la gente iba y venía sin importarle lo más mínimo lo que sucedía a su alrededor. El niño esperó y esperó pero no dejaba de diluviar y poco a poco la noche se tragaba a todas las personas de las calles hasta que quedó él solo, en silencio, sin tener donde ir. Quizá aunque lo hubiera tenido, no habría sabido llegar, pero al menos le habría consolado un resquicio de esperanza. Así que se acurrucó en una pequeña esquina pensando que igual no había sido una buena idea huir de los golpes del tío Jimmy. A fin de cuenta, había cambiado esos golpes por los de la vida.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Morir, a veces.

Ya era de madrugada cuando llegó a casa, cansada de tanto vivir. Tenía 25 años pero por ella parecían haber pasado 40. Sentía en su espalda la indivisible carga del sentir. Sentirse morir pero seguir viviendo. El proceso inverso al de las pesadillas y el despertar. Apenas veía el cielo si no era como una enorme cúpula negra que cada noche la mordía y golpeaba. El aire le faltaba pero, involuntariamente, lo encontraba constantemente. Se jugaba la vida pero nunca la perdía. Y esperaba que alguien la despertara y le dijera: tranquila, a partir de ahora todo irá a mejor. Pero eso nunca sucedía y los latidos golpeaban tan fuerte su pecho que llegaban a dolerle. De su boca volaban suspiros de melancolía. Dormía de la mano del abismo de la incertidumbre, del no saber si seguir o pararse. Sus ojos no lloraban. Ni siquiera había luz en ellos con los que provocar un eclipse.

Quizá algún día no despierte. O quizá siga despertando para siempre.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Duérmete. Duérmete. Duérmete.

Ya es de noche. Tengo que dormirme pronto, si no, los Reyes Magos no entrarán en casa. Pasarán de largo y se llevarán los juguetes que venían a dejarme. Y eso no puede ser. He estado esperando un año entero este momento. No puedo permitir que una noche me lo estropee. Pero ¿y si me duermo y al despertar no encuentro lo que estaba esperando? Los Reyes son Magos pero podrían no haber entendido bien qué era lo que quería. En ese caso... En ese caso sí que me llevaría un disgusto. Tendría que esperar otro año más y tener la suerte de que esa vez sí me trajeran lo que espero. Duérmete ya. Deja de pensar. Así no conciliarás el sueño y todo se irá al garete. ¡Pero no puedo dejar de pensar! Está bien, cuenta ovejitas. 1. 2. 3. 4. 5. Nunca me ha funcionado este método. ¿Por qué lo iba a hacer ahora? No. En realidad tienes que pensar que es una noche como otra cualquiera. Sí. Eso es. ¡Pero es que en realidad no es una noche cualquiera! Me quedaré quieto. Muy quieto. Nada de dar vueltas en la cama.
Ya voy relajándome.
Estoy más tranquilo.
Buenas noch...

Y como llegó, se fue septiembre.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Sentir es morir.

Aquella noche Dios decidió inmolarse.
No nació nada.
No murió nadie.
Y sin embargo todo el mundo lloraba.
Todos se lamentaban de haber tenido que sufrir aquello.

Dios sabía por qué lo hacía.
Bebió hasta caer al suelo justo antes de actuar.
No sentía nada.
Ya lo había sentido todo antes.
Murió un domingo cualquiera de madrugada.

Quería sentirse humano por unos días.
Pero no pudo soportarlo.
Se compadeció de los hombres.
Lloró amargamente por las mujeres.
Y desapareció.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Al fin y al cabo todo se basa en estructuras.

El niño, desnudo, al ver que los edificios de ambos lados caían sobre su cabeza, decidió sentarse en cuclillas, meter la cabeza entre las piernas y esperar a que todo pasara.
Pero nada pasaba. Nada decidía irse con intención de volver más tarde.
Ni nada ni nadie.
Le prometieron que la estructura era segura. Que no se caería jamás. Pero era débil.
El hormigón no era suficiente. La situación era inevitable.
Y de vez en cuando mira hacia el cielo para ver cuánto le queda de vida.
Y de vez en cuando los edificios miran al niño con preocupación y tristeza.

Y así pasó el niño una vida entera. Con miedo y totalmente convencido de que ambos edificios lo aplastarían. Y murió el niño no por el derrumbamiento, sino por la insufrible y despreciable espera eterna del vivir.

lunes, 19 de agosto de 2013

Los tumbos que da la vida.

Y vivió como quien muere una calurosa noche de verano.
Y murió como la luz que, tímida, desaparece engullida por las sombras.
Como un "Summertime" en la voz de la gran Simone.
Como un viejo whisky derramado sobre la mesa.
Como las hojas secas que caen en otoño.
Como un mar de sábanas frías y arrugadas.
Como una luna cansada de aguantar los llantos de todos.

Y puede que los pájaros sigan cantando.
Y el tiempo siga siempre hacia adelante.
Y que la vida siga esperando en la recepción mientras se toma una copa.
Pero llegará el día en que, ebria, no podrá abrir la puerta de casa.
Y solo espero que ese día no le pille una helada.

domingo, 11 de agosto de 2013

Se fue.

Se fue.

Como el humo de un cigarrillo que se escapa de la boca de una prostituta en los 50.
Como la corriente de aire que entra por la boquilla del saxo y frota la lengüeta.
Como una gota de vino resbalando por el cuello de una botella.
Como un susurro al oído en un parque una tarde de viento.

Se fue.

Quizá mañana aparezca.
En otra cama.
En otro bar.
En otro cuello o en otra botella.
En otro oído.

O quizá no aparezca.

Se fue.

viernes, 26 de julio de 2013

Si las palabras pudieran quejarse...

Si las palabras pudieran quejarse...

Algunas seguramente intentarían suicidarse por malformaciones atroces. Otras se darían al alcohol al verse tan pasajeras, hasta el punto de perder el propio sentido de su existencia. Las habría que, por trastornos fuertes de personalidad, acabarían internadas en un centro psiquiátrico.
Pero sin duda las más perjudicadas son las que más fueron usadas. Prostituyen su ser para transmitir, comunicar, emocionar. Pero en cuanto acaba su uso son olvidadas, como si nunca hubieran existido. Son esas palabras que aguardan noches enteras en las esquinas, esperando a que cualquiera las coja, las use y las deje tiradas al borde de cualquier renglón. Cada vez más rotas por dentro y por fuera. Y se crean así muros altísimos de piedra fría no para no ser dañadas, sino para aguantar unos días o semanas más.

Si las palabras pudieran quejarse...

domingo, 14 de julio de 2013

¡Que empiece la jodida fiesta!

Cuando quiso darse cuenta, Jason estaba otra vez en ese garito, sobrio y cansado. La música le reventaba los oídos con sus graves intermitentes y machacones que hacían mover los culos de las chicas de la sala. A veces aparecía alguno de esos traseros enormes y le empujaba por intentar llegar a los baños, al fondo del local. Otras simplemente un conocido demasiado borracho se apoya en su hombro y le grita algo en un idioma que podría pasar fácilmente por lengua muerta. El sector masculino había que suponerlo, pues era totalmente comprensible que se pusiera en duda la sexualidad de la mayoría de sujetos. Todos con camisetas demasiado pequeñas y caras de buscar golpear a alguien siempre en manada. Pero mientras esperaban y acechaban, bebían ingentes cantidades de alcohol para provocar la situación si no se daba por sí sola. No obstante, Jason se daba cuenta de que los días en los que estas manadas de parásitos sociales no buscaban hacer ver a todo el mundo que a pesar de su aspecto intentan ser bastante heterosexuales, se lanzaban a "conquistar" chicas de quince años, maquilladas como si tuvieran veinte y bastante menos maduras que niñas de ocho, aunque normalmente este era el blanco de cuarentones solteros sin muchas pretensiones en la vida.
Jason estaba rodeado por todas partes. Hacía calor y la gente no paraba de empujar. Las luces estroboscópicas le provocaban dolor de cabeza y aumentaba su agresividad, como una bestia intimidada con lanzas y palos. Se daba cuenta de todo e intentaba contener sus impulsos hasta que su paciencia se agotó. Lanzó la botella de cristal del refresco contra alguien al que no le harían mucha falta las neuronas. Y de repente, un grupo de cinco como él se acercaron rápidamente y acorralaron a Jason. ¡Que empiece la jodida fiesta!

miércoles, 3 de julio de 2013

Punto final.

No había acabado de tomarse el café cuando dos policías llamaron a la puerta de Tony. En cuanto los vio por la mirilla, corrió a la planta de arriba, se puso unos pantalones y salió por la ventana de su habitación. Los policías golpeaban con fuerza la puerta y amenazaban con tirarla abajo si no abría, hasta el momento en que oyeron ruidos en la parte trasera de la casa. La rodearon y llegaron al jardín, donde vieron a Tony intentando escapar por la valla que separaba su casa de la del señor Charles. Sacó su pistola y se oyeron un par de disparos en el vecindario.

¿Por qué te metiste en esto, Tony? No necesitabas dinero y no eres un adicto a las drogas. Ni si quiera te gustan. ¿Qué pretendías? Mírate ahora, tumbado boca abajo en el suelo, vestido con un triste pantalón y dos heridas de bala en el pecho por apuntarles con una pistola de juguete. ¿Creías que se asustarían? Buen intento. Los titulares hablarán de la muerte de un joven camello que intentó huir de la policía armado. Otro más. Otro de los muchos que mueren a lo largo de un año. Créeme que no te he escrito este final ni mucho menos intencionadamente. No soy el culpable de tu muerte. De hecho, de no ser por mí, habría acabado la historia mucho antes. Tú vives, yo narro. Tú mueres, yo narro, me levanto, apago la luz y cierro la puerta.

martes, 2 de julio de 2013

Escudos.

Cuando despertó se encontraba en una burbuja de cristal. Todas las personas a las que conocía estaban al otro lado, mirándole fijamente, esperando a que actuara. Había amigos. Había enemigos. Había "amigos". Pero todos parecían estar embelesados. El chaval agitaba sus brazos para intentar obtener respuestas aunque todo fue en vano. Así que se preparó y comenzó a golpear la paredes curvas de cristal reiteradamente. Cogía carrerilla y descargaba toda su fuerza. A los veinte golpes empezaba a resquebrajarse. Parecía que podría salir y preguntar por qué se encontraba allí y qué les parecía tan interesante. Pero cuando el cristal cedió, un cuchillo apareció de la nada para cortar la mano del joven. Una voz de ultratumba llegó hasta los oídos del chaval: "mantente ahí, quieto. No intentes nada raro." El cristal se regeneró por completo. Las horas que le llevó conseguir romperlo se difuminaron en el aire. Así que decidió sentarse en medio de la burbuja, apoyar la cabeza sobre sus rodillas y esperar.

viernes, 28 de junio de 2013

Balas.

Jake llegaba otra vez a las cinco de la mañana a casa. No le gustaba tener que encontrarse con borrachos, parejas y drogadictos, pero tampoco soportaba acostarse a las doce de la noche. Tenía la sensación de que todas las personas que se cruzaban en su camino le miraban de forma inquisitiva, como si le exigieran algo aun sin conocerle. En realidad ni siquiera se fijaban en él pero tenía esa incómoda sensación de agobio y presión. Lo peor era no saber qué tenía que hacer, cómo debía comportarse. Incluso la gente con la que apenas tenía relación parecía que esperaba cosas de él: que apareciera de repente y se mostrara amable, que les demostrara algo, que diera señales de vida. Pero Jake no tenía ni la más remota idea de qué tenía que hacer y, quizá más importante, cómo hacerlo. No sabía cómo sorprender, cómo romper, cómo salir para no morir asfixiado entre tanto cadáver sobre su cabeza. Así que al día siguiente decidió subir a la azotea de su edificio, contemplar la ciudad y, colocando su mano a modo de pistola, disparar a todo el que parecía exigirle algo a cambio por estar cerca de él. Eliminaba a uno detrás de otro y cuando decidió que había acabado se tumbó y miró fijamente a las nubes. Lástima que no le quedaran balas en el pulgar.

miércoles, 19 de junio de 2013

¡Lárgate!

Jake golpeó con fuerza la cara de aquel chaval. Nunca había pegado a nadie pero esta vez tenía motivos: le apetecía. Sintió cómo sus nudillos se encontraban con el pómulo derecho de Tim.

-¿Qué coño haces?

Jake reía a carcajadas.

-¿Te hace gracia?

Tim le devolvió el golpe con el doble de fuerza. Jake cayó al suelo y dejó de reír pero siguió con su sonrisa estúpida en la cara. Se quedó en el suelo tumbado durante unos segundos, inmóvil, y se levantó lentamente.

-Tim, creo que no te he dicho aún lo sumamente gilipollas que me pareces.

Tim arremetió contra él de nuevo. No entendía el comportamiento de Jake. A fin de cuentas, había sido siempre un chico muy tranquilo que no molestaba a nadie.

-Además, eres realmente patético. Y ahora venga, pégame otra vez.- dijo sin parar de sonreír.

Tim le tiró al suelo y comenzó a lanzar sus puños una y otra vez sobre el rostro de Jake. Creía que así conseguiría que dejara de insultarle y además le obligaría a mostrarle cierto respeto. A fin de cuentas, era tres años mayor que él. Pero Jake le provocaba más aún. Lo que Tim no sabía es que el chico al que golpeaba lo único que quería era eso, sentir. Siempre había sido demasiado cobarde como para golpear la pared, no quería lastimarse las muñecas. Así que hizo que otra persona llevara a cabo la labor. Jake era feliz, estaba consiguiendo su propósito, sentir algo. Sus visiones, sus amigos que solo él veía cada vez le torturaban más y más. Cada día se levantaba y aparecía Jason sentado en una silla y le decía lo que tenía que hacer ese día. Pero nadie le creía. Nadie había visto jamás a Jason. Así que Jake se encontraba bien, al menos alguien le está golpeando de verdad. Esto no era producto de su mente.

-Espero que no vuelvas a hacerlo o te partiré las piernas.¿Entendido, Jake?

Y allí quedó, tendido en medio de la estrecha calle, sonriendo al cielo justo hasta el momento en que vio a Jason a su derecha.

-Hola Jake, ¿me echabas de menos?

domingo, 2 de junio de 2013

Nada.

Aquella noche Jason llegó a casa pasadas las 4 de la mañana. Entró en su habitación, tiró la chaqueta a la silla y se sentó en el borde de la cama. Reflexionó durante unos minutos apoyando sus codos en las rodillas y sus manos en la cabeza. ¿Por qué aquella noche? A fin de cuentas, no había pasado nada del otro mundo. Nada le había enfadado. Nada le había entristecido. O eso creía.

Se levantó de repente, lleno de ira, y comenzó a dar puñetazos a la pared. A los quince golpes la piel de sus nudillos se había levantado. A los cuarenta la sangre le recorría el brazo. En el número cincuenta su muñeca crujió. Como una bestia desorientada en mitad de un bosque en plena noche cerrada se abalanzó contra la estantería tirando todo lo que había en ella. Se dirigió a la mesilla de noche buscando la foto pero el marco estaba vacío. No había nada en él. Había desaparecido de su vida. Pero no era eso lo que le enfadaba. De hecho era lo que había intentado conseguir durante tanto tiempo. Lanzó el marco contra la pared y los cristales se esparcieron por todo el cuarto. Gritó. Lloró de angustia. Algo le pesaba. Algo le empujaba, una fuerza invisible. Cayó de rodillas al suelo.

Nada era lo que le enfadaba. Nada era lo que le hacía gritar y romper todo a su alrededor. Nada era lo que le oprimía el pecho y lo dejaba sin respiración. Aquella nada era lo que le estaba destruyendo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Libre o esclavo?

Dicen que los locos no son más que personas que son capaces de percibir más allá de los muros de la realidad. Pero ¿Quién construye esos muros?
¿Quién tiene el poder para decidir hasta dónde llegan los límites de la realidad?
Y sobre todo, ¿por qué?
¿Qué beneficio obtiene el constructor?
Los locos nacen sin los muros. Los locos son libres.
Los envidio.
Cogeré un martillo lo suficientemente grande como para destruir el muro.
Insistiré día y noche.
No desesperaré.
Aún no conseguido romper un solo ladrillo, pero alguno tiene muescas.
Y tú, ¿quieres ser libre?

Silencio y luz de luna.

El coche atropelló a aquel chico. Era primavera pero las flores de dentro de su cuerpo estaban completamente marchitas, secas. Algunos habían vivido todo. Otros estaban cerca de hacerlo. El chico ya no podría intentarlo. Había luna llena. El brillo blanco iluminaba perfectamente la calle. El hombre del coche bajó la ventanilla y escupió sobre el cuerpo frío. Arrancó y se marchó sin ningún remordimiento. No había nadie en la escena. No había nada. Solo silencio y luz de luna. Ni siquiera Dios se asomó a ver qué había pasado. Estaba demasiado ocupado con otros asuntos.

martes, 14 de mayo de 2013

Sígueme.

- Sígueme.
- No veo nada. ¿Dónde estoy?
- No tengas miedo. Sígueme, yo te guío.

Una mano acaricia la suya y le comenzó a guiar.

- Está todo oscuro. ¿Quién eres?
- Tranquilo, conozco bien el camino. Sé que estás perdido pero no tardaremos en salir de aquí.

Él tenía miedo, pero no había otra elección: o se fiaba de ella o quedaría perdido en la inmensa oscuridad.

Una luz comienza a hacerse cada vez más grande.

- ¿Qué es eso?
- Ya estamos llegando. No te preocupes.

Al llegar a aquella luz, un bosque carbonizado apareció ante los ojos del chaval. La vida se había extinguido. El negro del paisaje brillaba aún más fuerte con los rayos de luz que procedían del cielo, aunque no del sol.

- ¿¡Qué es todo esto!? ¿¡Por qué todo está quemado?!

La mujer se giró y miró al joven. Tenía un rostro horroroso. Su cara era una calavera desgastada. Su pelo estaba deteriorado y le llegaba hasta la cintura. La carne de sus manos estaba podrida. Un traje blanco raído cubría parte de su cuerpo. Le señalaba con un largo dedo índice.

La mujer soltó un grito ensordecedor. El joven se llevó las manos a los oídos y cerró los ojos.

Todo se desvaneció.

sábado, 27 de abril de 2013

Agua.

Sus ojos enfocados hacia el techo blanco del cuarto de baño. El agua de la bañera le cubría todo el cuerpo excepto el rostro. Una gota cae del grifo impactando contra la superficie acuosa y el choque retumba en cada una de las paredes que rodean la escena. Sus oídos captaron el estruendo y en ese momento, abrió los ojos de tal manera que parecía que fueran a salirse de las cuencas. Poco a poco el calor de su cuerpo comenzó a extenderse por el agua. Su corazón llevaba mucho tiempo muerto, no veía motivos por los que no pararse.

lunes, 15 de abril de 2013

No hay segundas oportunidades.

- ¡VAMOS, JODER, MIKE! ¡AYÚDAME! ¡NO ME DEJES CAER! ¡POR FAVOR, AMIGO!

Jason estaba agarrado aquella noche a la cornisa de la azotea del edificio White de la calle 47. Había estado trapicheando con gente que no debía. Y lo único que hacía era suplicar por su vida, sabía que en ese momento yo era el dueño de su vida, me pertenecía. Podía ayudarlo a subir y tenerlo como esclavo para toda la vida o podía dejarlo caer siguiendo así mi máxima de no dar segundas oportunidades.

- ¿Sabes, Jason? Verte ahora mismo ahí, colgando, a 12 pisos de altura es lo más gratificante que me ha pasado en todo el día. La has cagado. Intentaste joderme y te ha salido mal la jugada. He venido yo personalmente a por ti. ¿Sabes por qué me he tomado tantas molestias? Porque me divierte. Mírate: casado, con dos hijas pequeñas y con mi garantía de que tu familia estaría a salvo hasta hace tan solo un par de horas. Pero ¿en qué cojones estabas pensando cuando decidiste pasarte al bando de los yonkis? La has cagado, Jason.

Saqué de mi abrigo largo negro un cigarrillo y un paquete de cerillas.

- ¿Unas últimas palabras antes de un precioso viaje de cabeza al asfalto?
- ¡NO! ¡POR FAVOR! ¡HA SIDO UN ERROR! ¡NO VOLVERÁ A OCURRIR, TE LO JURO!
- Buen viaje.

Encendí el cigarrillo con una cerilla y la deje caer sobre los dedos de Jason.

No hay segundas oportunidades.

martes, 2 de abril de 2013

Noches baratas.

- Ahora tienes que irte - dije mirándola a los ojos mientras le acariciaba el pelo.
- ¡Oh, vamos! ¡No seas malo! Déjame quedarme esta noche. Prometo no molestarte.
- Sabes que no puedes quedarte. Márchate. Tienes el dinero en el cajón de la entrada.
- Está bien - respondió perezosa.

Me levanté de la cama y encendí la radio. Sonaba Chet Baker. Sarah se acercó a mí con sus tacones rojos en la mano.

- Dame un beso de buenas noches, al menos.
- ¡Oh, Sarah, vete, no seas pesada!
- Vale, vale, tipo duro. - dijo justo antes de cerrar la puerta tras de sí.

Mujeres de una noche que por lo menos alejaban la nostalgia en las noches frías.

"I fall in love too easily,
I fall in love too fast."

Encendí un cigarrillo y me asomé a la ventana para comprobar que la noche siguiera allí, no sé si por suerte o por desgracia. Me acerqué al piano y comencé a improvisar sobre la canción que en ese momento sonaba en la radio. Al menos rompía con los esquemas clásicos. Al menos fluía en libertad. Al girarme una de las veces para coger la botella de whisky el sol me sorprendió semidesnudo, cansado y con algo de resaca de ella.

jueves, 28 de marzo de 2013

Tiempo que va. Tiempo que viene.


- ¿Y no era más fácil decir ‘cama’ que ‘tálamo’?
- No, James. Cama no es lo mismo que tálamo. El tálamo es mucho más que una cama. Es un símbolo de la unión entre dos personas. Una cama podría ser la cama de alguien de nuestra edad o la de un soltero en el centro de Nueva York. El tálamo es donde comenzará y se construirá durante toda una vida una historia. Una historia que tendrá nombre y apellidos para todo el mundo menos para ellos, que simplemente querrán olvidarse de todo tipo de formalismos y aprovechar todo el tiempo que puedan juntos.
- Tú has leído demasiado a los filósofos clásicos… Hedonismo en estado puro.
- ¿Hedonismo? ¿Qué es hedonismo?
Se trata de la búsqueda del placer como fin en la vida. Cuando has dicho tálamo, me he dado cuenta de que el ser humano trata de buscar durante toda su vida la felicidad, pero ésta solo se alcanza cuando encontramos el placer. Por tanto, podríamos decir que todo el mundo, en última instancia, es hedonista.
- ¡Vaya, me dices a mí, pero tú estás hoy muy filosófico! Por cierto, ¿conoces el Principio de Incertidumbre de Heisenberg?
- La verdad es que no tengo ni la más remota idea, Charlie.
- En 1927 un matemático enunció el principio de incertidumbre que, resumiendo, quería decir que en toda predicción siempre queda un margen de incertidumbre, siempre habrá un resquicio de inexactitud. ¿James, qué crees tú que habrá en ese margen?
- Creo que no deberías hacer esa pregunta. Lo bello de esta teoría es la existencia de la incertidumbre, del no saber, del no conocer. Si algún día conseguimos averiguar lo que hay, la incertidumbre perderá toda su magia.
- Bueno, visto así… Te quería comentar otra cosa. Un señor muy mayor me paró el otro día en la calle y me contó una historia bastante extraña. Trataba sobre humo, sueños y un barco pirata. No lo entendí muy bien. Solo podía mirar su rostro demacrado. Parecía que el señor había pasado por todo tipo de calamidades y horrores y se hubiera quedado todo plasmado en su cuerpo. Estuve varias noches sin dormir, no podía quitarme la imagen de la cabeza.
- Eso se llama insomnio. Yo lo tuve una temporada y la verdad acabé muy cansado. Daba vueltas y vueltas en la cama, muy cansado, pero sin poder dormir. Es una sensación de impotencia constante. Añoras el sueño cuando otras veces lo odias por tener que irte a la cama muy pronto y desaprovechar horas de vida. Buscas la pérdida de la consciencia absoluta, que tu imaginación vuele, que el Ello de Freud haga de las suyas trasladándote a todo tipo de lugares. ¿No es maravilloso, James?
- Efectivamente. Un mundo en el que todo es etéreo, volátil. Muchas veces buscamos arduamente algo y justo cuando parece que vamos a conseguirlo, se esfuma ante nuestros ojos, desaparece o te despiertas.
- Pero en mi caso, cuando despierto, comienza el hastío. Noto que mis necesidades están cubiertas pero que no soy feliz. Que me falta algo para sentirme vivo. Que cada día es igual.
- ¿Con la edad que tenemos? Charlie, no me lo puedo creer. ¿Y qué harás cuando tengas 70 años? Ahora mismo estamos en la mejor edad.
- Es todo bastante confuso. Parece una nube de humo negro enorme en la que cuesta respirar y ver pero que sabes que con una racha de viento se disipa.
- ¡Niños, a merendar!
- Vamos Charlie, mamá nos llama. Seguro que nos tiene preparados los dulces que tanto nos gustan. Además, empieza a hacer frío aquí fuera.
- Sí, mucho frío. Pero es un frío húmedo que cala muy hondo.
- Debe de ser el río, que al estar cerca nos deja helados.
- No me gusta nada este tipo de frío. Por muchas mantas que use mamá para arroparme sigo congelado.
- ¡Charles! ¡James! ¿Dónde estáis?
- ¡Ya vamos, mamá! –respondieron al unísono mientras guardaban en el baúl los juguetes con los que llevaban toda la tarde jugando.

lunes, 11 de marzo de 2013

Rick.

Rick despertó con un fuerte dolor de cabeza encadenado de pies y manos a una silla. La luz le cegaba y tardó en acostumbrarse. Poco a poco pudo vislumbrar que se encontraba en una sala vacía, justo enfrente de una puerta. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Por qué?
Intentó soltarse pero era imposible. Las cadenas eran tan gruesas que ni un caballo joven podría haberlas roto. Tenía mujer e hijos. ¿Qué desalmado lo tenía allí inmóvil y cuál era el motivo? Rick era un simple profesor de instituto, de clase media. Un tipo muy corriente y no podía ni siquiera  adivinar las intenciones de su secuestrador.

- ¡EH! ¡¿HAY ALGUIEN AHÍ?! ¡POR FAVOR, SACADME DE AQUÍ! ¡COGED LO QUE QUERÁIS! ¿DINERO? ¿JOYAS? ¡OS DARÉ TODO LO QUE TENGO PERO POR FAVOR, NO LE HAGÁIS DAÑO A MI FAMILIA!

Silencio.

- ¡Oh, Dios mío! ¿Qué he hecho para merecer esto? - sollozaba.

De pronto, Rick comenzó a respirar muy rápidamente. Se llenó de furia y comenzó a hacer fuerza con sus brazos y piernas. Sus venas y músculos se hinchaban. La sangre subía hasta su cabeza y gruñía sin dejar de hacer fuerza. Los goznes y las cadenas comenzaron a dilatarse y a chirriar. Rick parecía estar fuera de control. Lentamente los hierros empezaron a romperse. Consiguió ponerse en pie y corrió hacia...

Un hombre de unos 60 años entró en la habitación en la que Rick seguía encadenado, inconsciente aún por los golpes que recibió cuando iba camino a casa. Sacó una pistola que llevaba en el cinturón e impasible, frío y sin temblar ni un ápice, disparó a la cabeza de Rick.

miércoles, 13 de febrero de 2013

El viejo George.

El viejo George apagó la televisión y fue hasta el dormitorio con intención de acostarse. Se puso el pijama y se tumbó en la cama. Estaba cansado pero no paraba de dar vueltas. El insomnio atacaba con fuerza.

-Cariño, ¿estás despierta? Es que hoy no sé qué me pasa que no puedo dormir. No hago más que preocuparme por el niño. Bueno, aunque ya no es un niño, pero hace unos días que no llama. Supongo que será porque está bien pero ni siquiera se ha pasado por aquí. Imagino que estará muy ocupado esta semana. Por cierto, Fred me ha invitado mañana a comer, dice que tiene cosas que contarme, que tiene buenas noticias. Espero que no te importe que vaya. Así aprovecho y hago unas compras para arreglar tu estantería donde guardas todos tus libros. Ya verás, tengo pensado cambiar las maderas y pintarla de un color pastel. Quedará elegante pero a la vez sencillo. Te gustará. Bueno, no sé si estás despierta pero ya me callo para que puedas descansar. Buenas noches, Anna.

El viejo George le da un beso a la foto de su esposa que tiene en la mesilla y se gira hacia el lado frío de la enorme cama de matrimonio.

sábado, 9 de febrero de 2013

Diario de un hombre muerto.

Cuando lo que anhelas está tan alto que al mirar hacia arriba pierdes el equilibrio. Y alzas la mano, de puntillas, para intentar alcanzarlo, a pesar de que ni midiendo tres metros es posible. Te resignas y miras a tu alrededor, en busca de alguien que pueda cogerte en brazos. No hay nadie ni nada. Todo está vacío. Y pasa un día y otro, y la explanada sigue lisa, llana, hueca.

Después de tantos meses, te pones en pie y decides echar a caminar. Caminas y caminas, a pesar de saber que no encontrarás nada. Que aunque estés diez días y diez noches en marcha sin parar, el paisaje será el mismo y no habrá nadie a quien quejarte cuando te duelan los pies. Y debes seguir caminando solo, por mucho que lo odies. Debes seguir haciéndolo porque no se te adormezcan las piernas.

Caes definitivamente, rendido, después de tantos años. Tu hora ha llegado y sabes que no podrás dar ni un paso más. Así que te paras a pensar en todo lo que has vivido. Una lágrima resbala por tu mejilla al darte cuenta de que no has encontrado nada en tus recuerdos. No has encontrado a nadie entre tus pensamientos. Sólo has recorrido un largo camino hasta tu fin. Solo has recorrido el largo camino hasta tu fin.

viernes, 18 de enero de 2013

Camarera.


Siempre deseé que se acercara a preguntarme:
“¿Qué va a tomar el caballero?”
Para así responderle:
“A usted, despeinada y sin abrigo.”

sábado, 5 de enero de 2013

Que vivan los locos.


Y de repente un día despiertas. Te levantas de golpe de la cama. Te vistes rápido, casi sin saber por qué lo haces, simplemente te limitas a dejarte llevar. La chaqueta de siempre, las llaves y sales de casa. Echas a correr por la avenida. Los coches van en dirección contraria a la que tú vas. Sientes el viento en la cara. No sabes qué te sucede, pero te sientes bien. Y corres más aún. Mucho más. Parece que el día hoy ha querido hacerte un regalo a pesar de que ni te hayas dado cuenta. La gente te mira raro al verte pasar corriendo pero... ¿Qué más da? ¿Acaso no puedes correr libremente por la acera de tu ciudad? Tendrán envidia. Sí, será eso. Pero.. ¿Envidia exactamente de qué? Ni siquiera yo sé por qué hago esto. ¿Estaré loco? No, no creo. Aunque si es así, que vivan los que estamos jodidamente locos.

viernes, 4 de enero de 2013

Luces de Navidad.

26 de diciembre. Caminaban por la calle a las 7 de la tarde, dando un paseo. El cielo había cerrado ya sus puertas a la función y habría que esperar hasta el día siguiente para ver otra vez actuar al sol. Era un matrimonio joven y feliz, con un hijo que aún no tendría los dos años. La ciudad estaba preciosa en esa época y les inspiraba mucha ternura. Niños cantaban villancicos, tiendas llenas de regalos, gente felicitándose las fiestas por cada rincón de cada calle céntrica. Todos los que conocían a esta joven familia se acercaban al niño y le acariciaban suavemente la cara mientras hablaban con una entonación llena de contrastes y gesticulando mucho. Los padres sonreían llenos de alegría cuando se acercaban a saludar a su pequeño hijo. Pero el niño no entendía por qué la gente se comportaba así, hacía esas cosas tan raras y, sobre todo, por qué se empeñaban en taparle la vista, impidiéndole así ver las luces de Navidad. Luces de todos los colores. Figuras grandes, pequeñas, alargadas pero todas luminosas. Verdes, azules, moradas, rojas, amarillas, blancas. El pequeño no podía evitar apuntar con el dedo índice al cielo, estirándose todo lo que podía para intentar alcanzarlas. ¡Cómo le habría gustado tener todas ellas en su habitación! Y cada vez que el niño quería agarrar esas luces, papá lo cogía en brazos, sonreía, y le decía: Mira, un angelito. Eso es una gran campana. ¿Te gusta el arbolito de Navidad?

Ahora el pequeño ha dejado de serlo. Ahora nadie le estorba la vista. Ya no levanta la mano alzando el dedo índice para intentar tocar las luces de Navidad de la calle. Pero sigue sintiendo lo mismo que cuando ni siquiera sabía por qué hacía todas esas cosas.