"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Diario de un banco.

Las ocho de la mañana y ya estoy en mi puesto de trabajo. Hace frío pero me mantengo firme y en posición. Veo pasar a una persona mayor con un perro. El señor parece cansado de su larga caminata hasta el parque. El perro no era un perro cualquiera. Parecía siempre atento y no jugaba como el resto de los perros. Dirige a su amo hacia mí y yo dejo al señor reposar sobre mí. Éste resoplaba mientras decía a su perro: "buen chico". El hombre llevaba gafas de sol aunque el día estaba nublado. Pensé que le gustarían sus gafas y querría lucirlas a pesar de todo. El perro parecía no descansar. Siempre alerta y despierto. El hombre descansó una hora y delante de él pasaron muchas personas camino de su trabajo. Él las oía y reía.

A las doce de la mañana un hombre vestido de traje se sentó sobre mí. Dejó su cartera al lado y apoyó su cabeza sobre sus manos. Parecía desesperado por algo. Sacó un periódico y con un subrayador, comenzó a marcar viviendas con precios más bien bajos. Llamó por el móvil y dijo que no había nada en la oficina del INEM. Intentaba hablar y paraba de golpe. Resoplaba y le faltaban las palabras para decir lo que quería. Se fue con gesto triste y a paso veloz.

Las tres de la tarde y un señor con mal aspecto se sienta en mi respaldo. En una mano llevaba una botella de cristal de color marrón y en la otra un palito de color naranja y blanco. Sacó fuego y me asusté pensando que iba a morir. Sólo prendió fuego al palito y de él salía humo. Se lo llevaba a la boca y echaba humo ese hombre. No sabía qué era pero a él parecía gustarle. Se llevaba la botella a la boca y la apoyaba sobre mí. Recuerdo que estaba fría. Insultaba a la gente cuando pasaba pero hablaba muy raro. Parecía que no sabía hacerlo y la gente huía de él cuando se dirigía hacia ellos. Alguno le daba dinero y con él compraba algo para comer. A eso de las seis de la tarde se marchó.

Eran las ocho de la tarde cuando una chico y una chica de unos dieciséis años se sentaron sobre mí. Llegaron muy felices y contentos y jugando cariñosamente. Se decían cosas preciosas, como si mañana se acabara el mundo y no tuvieran suficiente tiempo para demostrar el amor del uno por el otro. Se besaban y conversaban de temas, a veces tontos, a veces serios; a veces alegres, a veces tristes; a veces con palabras, otras con besos o miradas. Se abrazaban y querían. Y así pasaron hasta las once de la noche.

Las doce y media y un montón de jóvenes con bolsas esperaban con sus mejores modelitos para conquistar a sus princesas. Llevaban bolsas con botellas de cristal que guardaban como oro en paño. Otras contenían botellas de plástico, a esas las trataban peor. El que llevaba los hielos tiritaba de frío. Uno de ellos llamaba por teléfono y alzaba el tono de voz desesperado mientras que los demás hablaban y anunciaban cuáles eran sus pretensiones de la noche. Tras un largo rato de convivencia, llegó un último chaval al que todos esperaban. Así que se marcharon cuando el reloj sonó anunciando la una y media.

Son las cinco de la mañana y uno de los jóvenes de antes, esta vez solo, se sienta sobre mí. Llora como un niño. También hablaba consigo mismo raro, como el señor de las tres de la tarde. Se lamentaba sobre cosas que hizo y sobre otras que debería haber hecho. Creo que tenía que ver con una chica. Parecía no tener fuerzas para levantarse. Estaba destrozado. Me dio mucha pena. Pasó mucho tiempo allí solo, pensando. Hasta que sacó un papel y un bolígrafo con el que escribió algunas frases. Estaban llenas de melancolía y tristeza pero eran las más bellas que jamás había visto. Una gota cayó sobre el papel y el chico dejó la nota sobre mí. Se marchó a paso ligero. Unos minutos después empezó a llover muy fuerte. El papel se deshacía sobre mis tablas de madera quedando sus palabras adheridas a mi cuerpo al igual que las de muchas otras personas tiempo atrás.

Allí permaneció empapándose no sólo de lluvia, sino de historias cotidianas, historias anónimas, historias llenas de sentimientos. Allí permanecerá toda su vida bajo el mismo cielo y los mismo árboles pero bajo distintas personas y distintos sueños.

2 comentarios: