"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

martes, 31 de mayo de 2011

Un niño que muere sin Infancia.

Despertaba cada mañana sobre un par de cartones y bajo unas hojas de periódico. Lo hacía mucho antes de que el primer rayo de sol golpeara en su cara, porque tenía que buscar rápidamente dónde ir a comer antes de que miles de indigentes como él se le adelantaran. Pero aún así se le sumaban los problema de ser un niño de 10 años, objeto de burla para mucha gente y más aún de compasión pero ninguno lo acogía en su casa.

Llegaba al comedor social y se encontraba con gente harapienta y sucia como él y con gestos tristes. No entendía muy bien el porqué, pues él encontraba aquello como una aventura, aventura que llevaba viviendo desde los 5. Había veces que los hombres mayores, al ser más grandes que él, se le colaban y le empujaban, pero él insistía y no desistía, lo último que quería era irse de aquellos sitios sin nada que llevarse a la boca.

Un día, paseando por las calles de la gran ciudad en busca de cartones y periódicos para pasar la noche, encontró a un hombre que lloraba desconsoladamente sin saber el porqué lo hacía. Gritaba: "¡Mi hijo, mi hijo!" mientras se sujetaba la cabeza con las manos. Pensó que es que quería tanto a su hijo que no podía soportar verlo marchar a las afueras, así que dijo: "No se preocupe señor, su hijo estará de vuelta en seguida, ya verá, ya...". Al oír el hombre las palabras del niño, contestó: "No, hijo, no, no volverá nunca más por culpa de ese maldito polvo blanco..."

El chico se alejó del lugar pensando en si era tan importante aquel polvo blanco como para conseguir que ciertas personas dejaran sus hogares en busca de más. La idea del polvo blanco le creaba cierta curiosidad hasta que, un día, al toparse con otro vagabundo de la misma edad que él, se le ofreció esa enigmática sustancia. Cuando le dijeron que tenía que entrar por la nariz, él se quedó extrañado se lo pensó varias veces antes de inspirar e introducirlo en su cuerpo: a fin de cuentas, aquel hombre parecía muy preocupado. Pero le gustó, le creaba sensaciones como aquellas que tenía cuando se tiraba durante horas dando vueltas sobre sí mismo.

Fue creciendo nuestro joven y con él, su vicio por aquella sustancia. Comenzaba a parecer cada vez más delgado y demacrado pero su única pasión era ingerir esa sustancia estupefaciente. Se volvió más violento e irascible, y ya no era el niño luchador que hacía frente a sus propios miedos por salvar la vida, sino en el ser dependiente de algo tan material como son las drogas.

Atracó un banco, violó a una mujer, golpeó a sus hijos y mató un policía que le quitó el material. No entendía por qué estaba cambiando, pero lo hacía. Se daba cuenta del cambio y no podía hacer nada por impedirlo. Seguía siendo un niño, un niño encerrado en un cuerpo de 20 años y enganchado a la cocaína. Un niño que moriría sin Infancia...

martes, 10 de mayo de 2011

¡Cuánto tiempo!

-Disculpe, ¿es usted Claire?
-Pues...
-Vaya, lo siento, me he equivocado. Disculpe, señorita, por molestarla.
-No, espera, sí que era yo, sólo me hacía rogar.
-¿Se hacía rogar?
-Así es.
-Pues busque a otro hombre que le ruegue.
-Pero, ¿no te alegras de verme?
-En absoluto.
-Sé que miente usted señorito.
-No he dejado de hacerlo desde que la vi.
-¿Se puede saber el motivo?
-No.
-¿No?
-Bueno, tal vez.
-¿Y cómo te va la vida?
-Me va bien.
-¿Sólo bien?
-Sí, sólo bien. El pensarte se me hizo demasiado pesado. He descubierto que las fotos no envejecen.
-Ya, bueno, es que estoy con Richard...
-Lo sé, aunque preferiría no haberlo sabido nunca.
-Bueno, creo que tengo que marcharme, John. Me alegro mucho de volver a verte.
-¿Ahora quieres irte?
-Sí.
-Pues vete, pero prométeme que cumplirás una cosa.
-Claro, dime.
-Que ésta será la última vez que nos veamos. Para ti no existo. Para ti he muerto. Si me cruzo contigo por la calle, gira la cara, no me mires ni saludes. Se me haría muy duro el aumentar en un día los 8 años, 3 meses, 2 semanas, 25 días  y 17 horas.