"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Réquiem.


Violas tristes se alzan suavemente. Un ser que nace envuelto en sombras. De una tenebrosa mancha negra en el suelo, asciende un niño de cinco años apareciendo en el medio de una oscura habitación llena de sangre y odio. A su lado, su madre yace muerta. El terror brilla en los ojos azules y grandes del niño. Su padre, enfrente de él, permanece en pie con un cuchillo en la mano, los ojos en blanco y los brazos alzados. La respiración del chico se hace más fuerte.

-Mamá... -dice mientras intenta reanimar el cuerpo inerte- Mamá... ¡Mamá! ¡MAMÁ!

El padre ríe. Carcajadas que retumban en los oídos del niño y lo hacen enfermar. Réquiem en el equipo de música. Suenan tenores. Susurran sopranos. Bajos que mantienen la estructura. Juegos de acordes que construyen una base y se elevan hasta el cielo. Crescendos, crescendos, crescendos. Los susurros van tomando forma definida y descansan en la cresta de la melodía. El chico sigue en la misma posición, sintiendo todo tipo de miedos y males caer sobre él. Únicamente le protege la fina capucha de su chaqueta, algo grande para su pequeño cuerpo. Llora sin consuelo mientras mira a su padre. Pero el asesino, de golpe, suelta el cuchillo, se arrodilla y se percata de su crimen. Abre la puerta de casa y se marcha, dejando atrás a la criatura completamente indefensa y sola. Y la melodía cae hasta casi perderse entre la densa atmósfera de la escena.