"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

martes, 30 de noviembre de 2010

Mis más sinceras disculpas pero no pienso rectificar.

Soy un tirano.
Un dictador.
Para mí las palabras no son libres.
No dejo que ninguna se escape.
Las ato con fuerza pero sin esfuerzo.
No pueden huir de la cárcel en las que las encierro.
Pero no uso cadenas.
Me basto con un papel y un boli.
Soy el hombre más cruel de este mundo, tiñendo sus significados de tinta.
Sus prisiones son blancas y de papel.
Pobres vidas encerradas entre letras y además sobre el papel.
Las utilizo en mi día a día sin reconocer sus derechos.
Las utilizo también para poder realizar mis deberes.
Y en mis ratos libres las maltrato con mi evasión.
Me gusta ser testigo de su muerte y a la vez resurrección de los sentidos.
Me encanta verlas destrozarse y desprender todo su ser para expresar un sentimiento.
Me apasiona ver cómo una palabra hace desprender una lágrima.
Lo siento, palabras, pero sois mis esclavas perfectas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

No sé si llamarle frío.

Abro la ventana de mi habitación.
Dejo entrar una fría brisa de invierno.
Espero unos segundos y la vuelvo a cerrar.
Quería sentir el viento fresco en cualquier parte, hasta entre cuatro paredes.
Quería despejarme de tanto estrés y agobio, aparte del de los estudios.
Era esa sensación de vivir dependiente de esa droga que no se inyecta, ni se fuma, ni se esnifa.
Ese mono de recuerdos que tanto odio.
Y me da igual si enfermo al sentir este frío en la habitación porque llevo enfermo por culpa de otro frío desde hace mucho más tiempo.
Es un frío invernal pero no estacional.
Cala hondo y sin embargo no pasa por la superficie.
Se produce escarcha en mí y no en mi habitación.
Tirito y no muevo ni un músculo.
Pongo la calefacción, me sobra ropa y no entro en calor.
Sea verano, sea invierno, sea primavera, sea otoño.
Tengo frío.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Hablemos de sentimientos.

Voy a suicidar mis sentimientos por cobardes. Cobardes por no afrontar la realidad tal y como viene. Se esconden tras el silencio de una tímida sonrisa. De un no saber qué decir. De una carcajada forzada. Y no salen y dan lo mejor de sí mismos. Viven a la sombra pero viven. Es lo peor, que siguen vivos. No entienden de odio, de amor, de felicidad, de tristeza, de esperanza o desesperación.

Son unos cobardes, sólo aparecen en los sueños. Ahí, donde no tienen nada que conseguir, no tienen nada que hacer. Donde saben que nada pueden perder. Total, son sueños. Lugares idílicos creados por un ordenado subconsciente. Coloca las imágenes en estanterías y nosotros nos encargamos de desorganizarlas todas, de mezclar libros como Los Principios de la Física Cuántica con El Romancero Gitano. Donde Godoy va de la mano de Cernuda. Donde las enzimas no pelean con las letras. El lugar preferido de los sentimientos.

La realidad y mi interior son como el gato y el agua: no pueden vivir sin él pero odian sumergirse en ella.

Odiada ironía.

Te odio. Eres una imbécil cuando haces el tonto por la calle. ¿Pero quién te crees que eres? No puedes ir así por la vida, mirando desde arriba a todo el mundo y haciendo que todo gire a tu alrededor. No miras por nadie, ni piensas en nadie, ni te mueve un sentimiento. Eres fría, calculadora y odiada por todos. No hay quien quiera acercarse a ti y con sólo una mirada los espantas de miedo. Sinvergüenza. No tienes otro nombre. No tengo fe en que llegue un día en que cambies de personalidad.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Historias cíclicas para poetas mediocres.

Perfecta planta circular. Color dorado y con alguna masa de espuma blanca extendida por todo el interior del círculo. Me miraban raro cuando me quedaba observando la perfección de la planta de mi jarra de cerveza. Pero ¿quién me miraba raro?

El camarero era un señor de unos cincuenta años. Un poblado bigote negro que no parecía estar muy limpio. Su voz era desgarrada y llevaba una camisa de un color amarillento, no de fábrica industrial, sino de fábrica del tiempo. Años de trabajo y seguía amargado. Y si alguien nuevo llegaba, se preocupaba de que nunca más volviera. No le gustaban los forasteros. Llegaba a duras penas a fin de mes y su mujer, con más pinta de hombre que de fémina, la ayudaba en la cocina del bar. Era triste ver su situación, cual perro atado con cadenas que desiste en su intento de liberarse.

Un hombre que no andaba bien entró en el bar. Era amigo del camarero porque lo saludó efusivamente. Se le trababa la lengua y olía a vino agrio de la taberna de enfrente. Venía todas las noches a las 11 a este bar a rematar su turno nocturno. Los amigos los cambió por la bebida. La familia la perdió en una apuesta de póker. La casa se la llevó Hacienda. Y parecía feliz siempre con esa ebria sonrisa en la cara. En cada frase incluía una onomatopéyico monosílabo que daba muestras de su embriaguez. Pidió un vino y continuó disfrutando de su amigo hasta terminar la jarra.

Un mujer muy arreglada estaba al final de la barra. Sola. Iba muy pintada y, aunque era pleno invierno, llevaba ropa de verano. Bebía una cerveza y fumaba un cigarro. Sus labios eran rojo, pero no rojo pasión de amor, sino rojo dolor y tristeza. Sus ojos negros como su pelo y el maquillaje corrido. Tenía marcas en las piernas y brazos y alguna que otra en la cara. No se enamoraba a menudo, pero su móvil no lo soltaba en ningún momento. Creo que está enamorada. Pero su trabajo no le permite enamorarse. Sólo vivir con pasión unos minutos con un hombre y, unas horas después, fingir la misma pasión con el siguiente que le pague. Pero estaba enamorada.

Entraron unos cuantos estudiantes, forasteros para el camarero, enrollados para el de la barra y críos para la mujer. Venían muy contentos y con ganas de beber cerveza y vino hasta que ellos, o su cartera, no pudieran más. Hablaban de lo bien que lo pasaban, contaban anécdotas curiosas y reacciones de los padres. Pero cada uno lloraba en su interior su propia pena. Ninguno era feliz porque creían que eran los más desgraciados. Los problemas de cada uno, pensaban que eran peor que los de su amigo. Y sin embargo aportaban una bonita fachada a su oculta identidad.

Es cierto, me miraban raro. Yo estaba solo bebiendo mi cerveza. Sin más problema que no poder dejar de mirar a esas personas e inventar increíbles historias. Pero no de caballeros ni princesas, sino de navajas y borrachos. No de castillos encantados, sino de chabolas sin encanto. No de magia y hechicería, sino de drogas y alcohol. Saqué mi libreta en ese momento y comencé a escribir:

"Perfecta planta circular. Color dorado y con alguna masa de espuma blanca extendida..."

miércoles, 24 de noviembre de 2010

De todo menos extraño.

Son las 11 en mi reloj. Paseo por una calle desierta, a oscuras, solitaria. Coches aparcados pertenecientes a personas que residen en sus casas y toman elaboradas cenas. Farolas como altos policías iluminan el paseo evitando la delincuencia. El frío tiene ahora mismo el control sobre las calles. Ni los Latin King ni los Ñeta. El frío. Es gracioso pensar que algo que no puedes oler, ni ver, ni tocar se apodere de estos sitios. Todo parece estar en silencio. Los pájaros duermen, las personas cenan y yo camino mientras pienso. En mi reproductor de música una guitarra de blues suena y pone la banda sonora de mis pasos. Las manos en los bolsillos y la bufanda bien apretada al cuello. Quería hacer de todo menos llevarme un constipado de la mano de camino a casa. No voy de cara al viento ni de espaldas a él. Como si de un río de tratara, en perpendicular lo cruzo. Expulso el aire por la boca y me entretengo con las formas etéreas que el vapor deja en el aire durante unos segundos. De camino a casa me encuentro con algunas personas que corren en busca del calor de su hogar. Los niños ya duermen. Los adultos charlan sobre sus días y sobre temas que los niños no deben oír. Y veo la ciudad como si no estuviera inmerso en ella. Veo la ciudad como un mundo ajeno al mío cuando en realidad, soy yo el ajeno a este mundo.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Con el Sol como escudo y la Luna como espada.

Estoy harto de estas cuatro paredes. Salgo de mi casa con mi libreta y un bolígrafo. Me siento en un banco mirando hacia el atardecer. Ese Sol anaranjado que ve su final, su muerte a manos de la noche capitaneada por la Luna. El Sol agoniza y yo disfruto su agonía. Poco a poco veo su lenta caída y cómo la noche se hace dueña de los terrenos antes ocupados por el Sol. Ambos, tanto él como ella, saben que la victoria será para la fémina. Y yo observo esa batalla y escribo en mi libreta:

"Cuán similitud existe entre los astros y nosotros."

Observo de nuevo la tarde y me doy cuenta del insistente esfuerzo que hace el Sol, a pesar de saber que morirá, que no tiene nada que hacer, y sin embargo resiste, combate, lucha, no se rinde. Él cree que algún día puede darse el caso en que el Sol venza a la noche. De momento no lo ha conseguido, pero no desespera, continúa firme porque sabe que el día que lo consiga, la noche no tendrá nada que hacer contra él.


La noche cubre con su manto todo lo que bajo ella se encuentra. Su capitana, la Luna, se alza victoriosa. Se maquilla siempre antes del combate, unas veces reluce más y otras menos, dependiendo de la cantidad de coloretes que ese día se eche. Otras veces no asiste a la batalla para presenciar el combate desde lejos. La batalla parece estar siempre a su favor, suele ganar siempre al Sol. En mi libreta anoto otra frase:

"Sigues venciéndome en cada anochecer."

Y así domina todos los campos y se introduce en todas las mentes a través de los sueños. Nos hace imaginar lo que más deseamos, que no sabemos si alcanzaremos, o lo que más tememos, que no sabemos si algún día nos sorprenderá. Ejerce su tiránico poder sobre todos los territorios. Pero parece ser la fuente de inspiración de muchos poetas. De ahí vendrá la imagen de mujer como enemiga del hombre.

Y sin saber cómo salir de la oscuridad, esperamos a que venga alguien que nos rescate, llamado Amanecer, que no sabemos si algún día llegará.

El Teatro de la Vida.

Ella era una chica guapa, simpática y de familia adinerada. Unos papis muy guays que le consentían todo aunque ella era lo suficientemente madura como para saber que los consentimientos no le convenían. Vestía ropa de marca y no iba nada mal en los estudios. No solía enamorarse y los chicos no eran su centro de vida, lo encontraba en sus amigas. Los días eran todos iguales para ella: levantarse temprano, acicalarse lo suficiente para tener buena presencia, ir al colegio, llegar a casa, comer, estudiar y buenas noches, hasta el día siguiente. Un poco se rompía la rutina al llegar el viernes y el sábado, pero lo justo. Su comportamiento era excelente y sabía lo que correspondía a cada etapa de su vida. Le gustaba la música, el atardecer, la ciudad y el café. Difícil era que alguien entorpeciera el curso de su vida, y más si hablamos del terreno del amor. Todo era perfecto para ella y el viento soplaba a su favor.

Él era un chico normalito, no llamaba la atención ni por su físico ni por su carácter y el dinero no sobraba en casa. Se vestía con ropa muy corriente y no podía permitirse grandes lujos. Sus no padres se preocupaban por sus estudios aunque él pretendía ser completamente independiente. Le costaba aprobar pero lo conseguía.  En su rutina tenía que añadir el cuidado de su hermana pequeña, que sufría una fuerte enfermedad y sus padres creían tener cosas más importantes que hacer, como discutir, en vez de preocuparse de la niña. Se le llenaba la cabeza de fantasías y las escribía cada día y cada noche en una libreta con una portada en la que ponía en grande "MATEMÁTICAS". Era una manera de ahuyentar a los cotillas. Sí, como podéis imaginar, estaba enamorado de la chica de antes.

Lo curioso es que ella también se enamoró de él un día frío de diciembre. Era extraña la pareja y realizaron locuras propias de la edad (incluso alguna que no lo era). Se amaban y deseaban a pesar de sus diferencias. Mas poco a poco él pudo dedicarle cada vez menos tiempo a su tan anhelado amor. La familia le pedía demasiado y ella exigía lo que le correspondía. Él cuando la tenía creía ser el chico más feliz y pensó que no conocería la soledad nunca.  Ella lo dejó y él se resignó. Tenía que cuidar a su hermana y procurar que su madre no fuera golpeada por su padre cuando llegaba borracho a casa.

Pasaron los años y ella ya había olvidado a su amor. De hecho lo había sustituido un par de veces desde entonces. Él ya no vivía con sus padres, lo hacía solo. Tenía un trabajo, no muy bueno, pero un trabajo. La casa no era muy bonita pero se podía vivir en ella. Pero algo no cambiaba: su amor. Había vivido tan intensamente ese periodo de tiempo que cada día podía sentir los besos de ella. No podía olvidar nada de lo que había vivido.

Un día él, tras salir de su trabajo, la vio salir de la universidad. Él la reconoció pronto, había imaginado cómo sería y no distaba mucho de su imagen ideal. Seguía siendo tan guapa como antes. Quizás más. Mantenía su sonrisa y seguían formándose unos hoyitos en las comisuras de sus labios cuando reía. Él se acercó y le dijo que no se había olvidado de ella en ningún momento. Que la había sentido cada minuto, cada segundo de su vida. Que la había imaginado hasta el momento. Ella lo reconoció pero no quiso identificarlo. Le dijo que las cosas no eran como antes. Ella siguió su camino aparentemente impasible. Él bajó los hombros y continuó andando hasta su casa, algo más viejo y derrumbado que antes. Pero a pesar de todo, ella aún notaba las brasas que quedaban encendidas de ese antiguo amor.

Lo días pasaron y sus vidas no fueron paralelas, se cruzaban a menudo. Ambos saben que su historia, fue una historia de amor con vestido de tragedia.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Monocromía.

Miré hacia abajo y vi mi café en estado de reposo con los posos en el fondo. Era de ese color esperanza del que tanto he hablado. El sobrecillo de azúcar lo eché entero porque sabía que tenía el número exacto de gramos para que no estuviera ni muy dulce, ni muy amargo. Le di vueltas y me fijé en cómo se formaba en el centro un pequeño remolino. En ese remolino iba de todo: agua, café, azúcar y los posos. Di vueltas en el sentido de las agujas del reloj hasta que todo estuvo bien mezclado (los posos evidentemente no). Di un trago y sentí cómo el café y sus acompañantes bajaban por mi garganta. Ardía. No estaba acostumbrado a tal calor. Iba bajando y abrasando cada milímetro del conducto. Cada gota, cada mililitro estaba cargado de energía calorífica. Mis labios también se resintieron al sentir el calor del líquido. Mi cerebro como respuesta mandó manchar todo mi pantalón nuevo y pronunciar algunos insultos a un alguien indeterminado. Sequé mi pantalón con una servilleta impermeable de bar y esperé a que se enfriara un poco. Mientras, encendí un cigarro y observé la destartalada techumbre bajo la que me encontraba. Menuda mierda de bares que me buscaba para tomar un café a las dos y media de la tarde. Era extraña la sensación que tenía al fumar y no quemarme después de lo ocurrido con el café. Y delante de mí, la pared color marrón.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Punto de fuga.

Pisas otras tierras y renuevas tu aire. De vez en cuando viene bien un poco de viento fresco en la cara y frío de invierno para espabilar. Hoy no voy a hablar de ti. Hablaré de mí.

...

Y eso es todo lo que puedo decir de mí. ¿Puedo volver a hablar de ti?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

No intenten esto en sus corazones.

¿Qué puede suceder si mezclas una pizca de probabilidad con una gota de deseo? Posiblemente, nos hallemos ante la reacción más peligrosa jamás experimentada por los hombres de forma física. Si lo pudiéramos observar, veríamos que la gota de deseo se expande sobre la superficie probable. Por muy poca probabilidad que eches, el deseo se expandirá de una manera asombrosa. Y si el deseo es grande, de la misma magnitud será el problema en caso de que salga mal.

Ahora batamos esa reacción de probabilidad y deseo con los latidos del corazón. En estos casos, es imposible encontrar una baja pulsación. Es más, nos hallaremos ante un corazón excitado. Al batirlo todo, quedará bien mezclado y será algo inseparable.

Añadamos algo más a toda esta receta. Pongamos unos pequeños trozos de confianza. Muy pequeños, no queremos estropear lo que llevamos hecho. Si aplicamos de más, la reacción desaparecerá. La confianza se comerá la probabilidad aunque el deseo siga expandiéndose. Con un pequeño trozo, tendremos suficiente para este magnífico compuesto.

Advertencia: Es difícil crear un compuesto bien hecho y pocas veces perfecto.

Efectos secundarios: Aquellos que no consigan hacer un buen compuesto experimentarán úlceras de amor y tambaleos anímicos.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Tratado de Tristeza.

¿Puedes dejar de presionar mi cuello? Me apetece vivir y no me dejas. ¿Qué te he hecho yo? Sólo te miré y ahora no dejo de buscarte. Me encanta la canción de Roxanne y sin embargo, es todo lo opuesto a ti. Y no quiero ni lo uno ni lo otro. Doy demasiadas explicaciones y el foco de mi lamento no es otro que yo mismo. Espero a que vengas sin querer, sabiendo que la única manera es yendo yo hacia ti. Pero soy tan inútil... Y no sé si también iluso, aunque lo más posible es que sí... Es tan triste todo lo que me rodea... Parezco vivir en un sueño, en un mundo perfecto donde todo va bien y, sin embargo, no vivo más que en lo superfluo. Como barco sin capitán o rebaño sin pastor. Así es mi vida sin ti. Me faltas. Da igual si salgo a la calle o me quedo en casa. Mi pensamiento sigue fijo y estancado en un lugar. Y si tú te vas, allí irá mi pensamiento. Y si aquí te quedas, aquí quedarán mis ideas. Y no maldigo a nadie más que a mí y mis sentimientos. Como algún otro poeta ya dijo, el amor es agónico porque agónica es la idea de no tenerte. Mis llantos no los escucha nadie y mis lágrimas ni los ángeles son capaces de oler. Lo hago siempre en silencio y nunca en público. Bastante tiene el mundo con sus penas, no seré yo quien las aumente. Me duele tanto... Sin ti no paro de pensar y cuando estoy contigo mi mente se bloquea. No sé vivir.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Escultores de pasiones.

Todo comenzó aquella tarde de noviembre en que me encontré con ganas de preparar algo. Por un sms te pregunté si tenías planes y te invité a mi casa. Preparé todo: cena, ambiente, música y por supuesto me acicalé. Quería que todo lo que dependía de mí, fuera perfecto porque sabía que por tu parte ya lo era. Sabía que no podía igualar la perfección de tu ser pero intentaba disimular mis humanas imperfecciones.

Las nueve menos cinco y yo impaciente por verte. Llamaste al timbre y... Efectivamente, eras la perfección en el mundo de lo real. ¡Jódete Platón, he aquí la Idea en esta tierra! Tu pelo impecable del color de un ruiseñor. Tus bonitos ojos en armonía con tu pelo. Tus labios pintados para hacerlos más vistosos. Tu vestido blanco te daba ese aire de pureza y perfección. Y llevabas tacones altos, como me gustan. Me quedé sin habla así que, te invité pasar y acomodarte con un simple gesto.

Unas risas mal fingidas para no quedar peor. Temas sin trascendencia para evitar incómodos silencios. El ruido del descorchar de la botella de champán hace que volvamos a reír. Bebamos, queda mucha noche. Me levanto de la silla y te doy en el brazo. La copa ha caído y te he manchado tu precioso vestido. Ríes y me tiras la servilleta de tela, te levantas y vamos a hacerle compañía al sofá. Vuelven las risas pero aparecen los besos manchados de champán, como tu vestido. Creo que esta noche sólo existirá lo que queramos que exista.

sábado, 13 de noviembre de 2010

La celda de una foto.

Lleva algún tiempo sobre el mismo sitio. Su sino parece haber sido escrito hace mucho tiempo, y no creo que varíe. Algún día es movido a otro lado de la mesa. A veces levantado y vuelto a poner en su sitio. Puede que se haya caído al suelo sin querer y sin sufrir rasguño alguno. Es tan dura la vida de marco de foto... Una vida estática, inmóvil, silenciosa y sustentante. Nadie se fija en él ni observa su belleza ni se admira al verlo diciendo :¡Oh, bonito marco! Está expuesto a la voluntad de su amo. Portarás siempre la misma escena y el mismo momento. El mismo fotograma año tras año. Triste historia. Triste escrito y triste elegía.

Pero tiene algo ese marco. Ese marco guarda un fotograma. Ese fotograma fue un momento de su vida, y además feliz. El marco hace que ese momento se mantenga en pie y que todas las mañanas al despertarte te dibuje una sonrisa y comiences el día de buen humor. Un fotograma en pie que recuerda las bases de dos vidas: sus infancias. Está lleno de vida, de esperanza, de recuerdos y de nostalgia. Es la expresión guardada en cuatro paredes y expuesta a los demás. Es la manera más simple y más bonita de guardar el recuerdo. Cuando miramos la foto enmarcada, nos gustaría volver a esa época y, aun sabiendo que es imposible, nos gusta tenerla delante e imaginar y soñar con ese momento.

Un marco no es más que el cautiverio voluntario de un fotograma de la vida.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Tras la línea metafísica.

Anoche soñé contigo.

Así comienzan muchos poetas sus obras. ¿Qué saben ellos de sueños? No soñó con ella sino con su alma, su parte más pura. Yo también lo experimenté en una ocasión. Soñé con el ánima de mi amor platónico. Sólo conseguí vanas esperanzas y fuertes sufrimientos. Todavía no entiendo por qué siempre recuerdo lo que más me duele de ti.

Eras perfecta, no había ninguna imperfección en tu cuerpo. No dudé en ningún momento de que era tu ánima y no tú. Tú eres mucho más perfecta, y tu alma dejaba ver algunos fallos. Pero era una fiel imitación a la perfecta realidad: tu pelo, tu mirada, tu sonrisa y tu voz. Intentaron confundirme y no lo consiguieron. Estabas en una parte elevada, vestida de blanco y yo sucio y desaliñado te veía desde abajo frente a un muro difícilmente penetrable. Los sueños son tus deseos hechos realidad o los fracasos de los mismos. Éste era un triunfo. Me gustaba. Si no estuviera aquí abajo y me encontrara con una persona impresionista, no entendería claramente cómo es. ¿Optimista? Llámalo ilusionista teniendo como público mi ánimo.

No me gustaba vivir en ese sueño, en esa época (igual que en la realidad). Pero no haré como otros hicieron y me evadiré a la antigua Roma o Grecia. Menudos cobardes pues. Seguiré en esta sociedad y moriré pensando que pertenecí al periodo más despreciable de la historia contemporánea. Pero vivo en ella.

Las pasiones creí que sólo eran terrenales y en los sueños se acrecentan estos sentimientos. Si estás enamorado, te vuelves loco; si estás feliz, cantarás y bailarás; si estás triste sólo buscaras una manera curiosa de suicidarte. Tranquilo, en el momento de sentir las pasiones despertarás y lo único que sentirás será tristeza.

Bienvenido al mundo caballero. ¿Desea un café...?

jueves, 11 de noviembre de 2010

Sentimientos pasados por agua.

Ahora a esperar a que pase el autobús. Seguro que lleva retraso. El día no acompaña y no tengo paraguas así que me pongo la capucha, me coloco bajo la marquesina de la parada y aguanto el fuerte viento. ¡Qué frío  hace! Pero ¡cómo me gusta este tiempo! Tiempo de reflexión ante una ventana, un día lluvioso arropado con una gran manta. Y en ese momento leer y reflexionar sobre quién eres y qué haces. Lástima que no tenga casa tras el atraso tan grande de pagos que tenía. En fin, tendré que conformarme viviendo con mis padres, si es que me dejan vivir con ellos, claro está, después de irme gritando de casa... No sé, no me atrae la idea de ir a casa de mis padres. Iré mejor a un café.

Allí pido un café con leche. El camarero era extranjero y le costó un par de veces entenderme, pero lo consiguió. Me puso un café solo largo. No tenía ganas de saltar la barra, pegarle una paliza y gritarle a la cara que había pedido un café con leche, así que lo acepté sin más. Eché un azucarillo en el café, lo disolví y cuando levanto la taza, veo un papelito escrito. En él decía lo siguiente:

Sé que pediste un café con leche
pero puestos a joder, da igual una putada más que una menos.

Lo miré pero el camarero estaba a su bola. Arrugué el papel y lo tiré al suelo. No le di mucha importancia. A fin de cuentas, tenía razón. Cuando observé a mi alrededor, vi a un señor con un periódico que parecía no ser de hoy, ni de ayer, ni siquiera de este año. Parecía ser de los años 30. El hombre se percató de hacia donde miraba y me dijo:

-Hijo mío, el mundo de hoy en día vale tan poco que no merece la pena ni ser leído. Aprende del pasado y no seas tan estúpido de intentar mejorarlo. Todos los que intentan aprender del pasado para mejorarlo terminan cagándola. Hoy en día no es lo que era, es mucho peor. Así que observa el pasado para imitarlo, no intentes corregirlo o terminarás cargándote todo lo construido hasta el momento.

Al principio pensé que no estaba en su sano juicio, pero también tenía razón. Todo el mundo que intenta mejorar el pasado me jode, incluso yo mismo. Dirigí mi mirada hacia la derecha y un alcohólico apoyaba su cabeza sobre la barra y roncaba plácidamente. El alcohol había hecho de las suyas con ese hombre. Su chaqueta estaba decorada con quemaduras y rotos y no olía demasiado bien. Su gorro no era de marca y sus guantes tenían agujeros por donde sobresalían los dedos. Era un claro ejemplo de ciudadano local. No quise despertarle así que dejé el dinero sobre la barra y salí de allí no antes de apurar mi café.

Cuando salí a la calle y vi que seguía lloviendo, comprendí que en la actualidad cada uno mira por su Ego y yo no miro por el mío. Deberían encarcelarme por maltratador del Ego, por dictador y tirano. He violado todos los derechos de mi Ego y no he cumplido mi deber como portador del mismo. Así que vivo con mi Ego reducido a cenizas y las cenizas son pisadas por las suelas de todos los que me rodean.

Mi vida ha sido un Tempus Fugite y mi amor un intento de Carpe Diem, pero mi voz, mi voz no ha sido más que palabras salidas de la boca del rey de los mediocres.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Diario de un banco.

Las ocho de la mañana y ya estoy en mi puesto de trabajo. Hace frío pero me mantengo firme y en posición. Veo pasar a una persona mayor con un perro. El señor parece cansado de su larga caminata hasta el parque. El perro no era un perro cualquiera. Parecía siempre atento y no jugaba como el resto de los perros. Dirige a su amo hacia mí y yo dejo al señor reposar sobre mí. Éste resoplaba mientras decía a su perro: "buen chico". El hombre llevaba gafas de sol aunque el día estaba nublado. Pensé que le gustarían sus gafas y querría lucirlas a pesar de todo. El perro parecía no descansar. Siempre alerta y despierto. El hombre descansó una hora y delante de él pasaron muchas personas camino de su trabajo. Él las oía y reía.

A las doce de la mañana un hombre vestido de traje se sentó sobre mí. Dejó su cartera al lado y apoyó su cabeza sobre sus manos. Parecía desesperado por algo. Sacó un periódico y con un subrayador, comenzó a marcar viviendas con precios más bien bajos. Llamó por el móvil y dijo que no había nada en la oficina del INEM. Intentaba hablar y paraba de golpe. Resoplaba y le faltaban las palabras para decir lo que quería. Se fue con gesto triste y a paso veloz.

Las tres de la tarde y un señor con mal aspecto se sienta en mi respaldo. En una mano llevaba una botella de cristal de color marrón y en la otra un palito de color naranja y blanco. Sacó fuego y me asusté pensando que iba a morir. Sólo prendió fuego al palito y de él salía humo. Se lo llevaba a la boca y echaba humo ese hombre. No sabía qué era pero a él parecía gustarle. Se llevaba la botella a la boca y la apoyaba sobre mí. Recuerdo que estaba fría. Insultaba a la gente cuando pasaba pero hablaba muy raro. Parecía que no sabía hacerlo y la gente huía de él cuando se dirigía hacia ellos. Alguno le daba dinero y con él compraba algo para comer. A eso de las seis de la tarde se marchó.

Eran las ocho de la tarde cuando una chico y una chica de unos dieciséis años se sentaron sobre mí. Llegaron muy felices y contentos y jugando cariñosamente. Se decían cosas preciosas, como si mañana se acabara el mundo y no tuvieran suficiente tiempo para demostrar el amor del uno por el otro. Se besaban y conversaban de temas, a veces tontos, a veces serios; a veces alegres, a veces tristes; a veces con palabras, otras con besos o miradas. Se abrazaban y querían. Y así pasaron hasta las once de la noche.

Las doce y media y un montón de jóvenes con bolsas esperaban con sus mejores modelitos para conquistar a sus princesas. Llevaban bolsas con botellas de cristal que guardaban como oro en paño. Otras contenían botellas de plástico, a esas las trataban peor. El que llevaba los hielos tiritaba de frío. Uno de ellos llamaba por teléfono y alzaba el tono de voz desesperado mientras que los demás hablaban y anunciaban cuáles eran sus pretensiones de la noche. Tras un largo rato de convivencia, llegó un último chaval al que todos esperaban. Así que se marcharon cuando el reloj sonó anunciando la una y media.

Son las cinco de la mañana y uno de los jóvenes de antes, esta vez solo, se sienta sobre mí. Llora como un niño. También hablaba consigo mismo raro, como el señor de las tres de la tarde. Se lamentaba sobre cosas que hizo y sobre otras que debería haber hecho. Creo que tenía que ver con una chica. Parecía no tener fuerzas para levantarse. Estaba destrozado. Me dio mucha pena. Pasó mucho tiempo allí solo, pensando. Hasta que sacó un papel y un bolígrafo con el que escribió algunas frases. Estaban llenas de melancolía y tristeza pero eran las más bellas que jamás había visto. Una gota cayó sobre el papel y el chico dejó la nota sobre mí. Se marchó a paso ligero. Unos minutos después empezó a llover muy fuerte. El papel se deshacía sobre mis tablas de madera quedando sus palabras adheridas a mi cuerpo al igual que las de muchas otras personas tiempo atrás.

Allí permaneció empapándose no sólo de lluvia, sino de historias cotidianas, historias anónimas, historias llenas de sentimientos. Allí permanecerá toda su vida bajo el mismo cielo y los mismo árboles pero bajo distintas personas y distintos sueños.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Perdido ante una catedral.

Santiago. Una vuelta por la noche, sin rumbo, perdido. Noche con ambiente de viernes, calles empinadas y jóvenes cristianos cantando sus canciones de misa a las 12 de la noche. Un hostalero cabreado por el ruido, un ateo protestando y yo sin ti. Me faltas tanto aqui... No sé cómo encajar esto. ¿Qué hacer para no pensarte en todo momento? Catedral enorme como mis enormes sentimientos. Una cúpula preciosa, recargada para disimular sus sinuosas curvas. Unas campanas para anunciar tu llegada deslumbrante. Pero ahora está todo tan oscuro y frío... Todo rodeado de preciosas torres que se alzan protegiendo su corazón. Y yo aquí tan minúsculo, tan insignificante. Así me veo: débil, indefenso y enamorado, sobre todo enamorado. Ahora sé que no podré volver a Santiago sin ti aquí, a mi lado. Y todo el mundo parece estar eufórico por la llegada de una persona importante. Y todo el mundo rebosa felicidad porque se sienten bien. Y yo escribo frente a una catedral que se alza junto con mis penas. Incluso las gárgolas lloran cuando ven que estoy tan lejos de ti. Sí, las gárgolas, frías figuras de piedra, también lloran. Lloran porque me faltas. Un vagabundo intenta asustarme. Un borracho que grita. Un bohemio golpeado. Un extranjero estafador. Menudo ambiente marginal por esta zona. No veo estrellas en el cielo. La luz las ha devorado todas. Y sin estrellas, no sé cual es el camino. Y sin ti, mi estrella, no sé cómo regresar a casa.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Historia de dos jóvenes y sus almas.

-Dame la mano. Las tienes frías. ¡Te encuentras bien?- Pregunté agarrando sus manos.
-Sí, perfectamente.- dijiste con voz dulce y compungida.

El abrazo es lo que viene después. ¡Cuánto se transmite con un abrazo! Pero no sé si conseguiré transmitirle todo lo que quiero. ¿Lo estará sintiendo? Creo que sí. ¿Y si no? Vaya, en vez de disfrutar del abrazo sólo hago pensar en tonterías. Y acaba el abrazo.

-¿Te ha pasado algo en clase?
-No, no me ha pasado nada.-respondiste con voz angelical.

Menuda mirada. No sé cómo puede incidir tantísimo su mirada. Además me transmite confianza, cariño. ¡Qué bonitos ojos! Me fijo todos los días y hoy es como si no los hubiera visto nunca. La rutina no surte efecto en estos detalles. ¿Se estará dando cuenta de lo que le quiero decir?

-Sabes que puedes contarme cualquier cosa.-afirmé.
-Lo sé. Y la verdad tengo miedo de...
-Calla, no digas de qué, no es necesario. Sé de qué tienes miedo.

Es su cuerpo de sílfide. Gran cuerpo de musa es el que mueve mi interior. Sé que me tengo que ir un momento a hacer un par de cosas, pero no quiero. Ahora no quiero separarme de tu cuerpo, de ti. No quiero ver cómo tu cuerpo se queda vacío sin mí a tu lado. No, podrías pasar frío ahora que estabas empezando a entrar en calor. No puedo ir sin decírselo.

-Creo que te quiero, que estoy enamorado de ti y de tus sonrisa, tu mirar y tus palabras. Que eres lo primero que pienso al levantarme. Que un día no hablo contigo y todo me afecta para mal. Que te necesito más cerca de lo que crees. Y sí, yo también tengo miedo.- dije sin dudar mientras algo en mi interior se agitó. Subieron las pulsaciones de golpe, algo había hecho y no sabía sus consecuencias. ¿Había hecho bien en decirlo? No sé, sólo sé que lo hice.

Ella miró asombrada y...

Silencio. El silencio una vez más se adueñó del momento.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Dama a C7. Su turno.

Una habitación mal iluminada. Un boli y un papel encima de una mesa de escritorio bajo la bombilla. Parece mentira que mis drogas se hayan concentrado en dos elementos tan simples como éstos. Cualquiera podría pensar: ¿Y qué hay de malo en ello? No perjudica tu salud física. Sí, es cierto, lo más que puede producirte es un cansancio de espalda y, si la silla es cómoda, ni eso. Pero hay un daño mucho peor que el físico. Un boli y un papel son mi tabaco, son mi alcohol. Son mis maneras de evadirme para olvidar y, como siempre sucede, lo más que consigues es recordar por qué son tus drogas. Intentas salir pero tienes miedo de vivir sin sentimientos. ¿Adicto? Llámalo así. Y todo por tu culpa. Tú eres la causante de toda esta catástrofe. Por ti escribo cada día y sigo animado a continuar.

Voy a sentarme en esta silla. Ahora puedo escribir la frase más alegre o la frase más melancólica. Y sólo tendré que realizar un par de trazos. Ahora puedo explicarte lo que siento vistiéndolo de hobby. Y que todo lo que escriba sea un par de frases sin más trascendencia que relajarme un momento. Podría hacerlo, y sin embargo no lo hago. Podría decirte que todo esto es mentira y, ya ves que no lo hago. Mueve entonces tú la balanza hacia donde sientas que se inclina.

Da igual cómo lo escriba mientras aparezcas tú.

Bonito día para salir a la calle. Nubes negras, frío polar y viento huracanado. Perfecto día de bohemio. Hoy no saldrá a la calle y tendré tiempo para pensar en mí sin verla y no en ella doliéndome. Sí que me ha afectado esto de quererla. Donde antes compraba vodka, ahora compro soledad y donde antes compraba cigarros, ahora compro conversaciones contigo. Sí, conversaciones teñidas de esperanza, de ese marrón esperanza. Y ahora puedo hablar de verde como fruto de esa esperanza teniendo sólo que esperar tus respuestas. Esto del amor me hace más humano, más sano y menos cuerdo. Mi mundo ideal se va pareciendo cada vez más a mi realidad. Mas no puedo pensar de forma tan optimista. Tendría que hablar de drogas, de movidas, de crítica. Y sin embargo aquí me tienes, hablando de lo mucho que siento no por la sociedad sino por ti.

Reconozco tu voz con tan sólo un monosílabo o un vibrar de las cuerdas de tu lira gutural. Lira que me hace delirar y consigue un efecto contrario en mí que en los demás. Despierta un sentimiento de alegría, de esperanza y prosperidad y de todo lo bueno imaginable e inimaginable, inmanente y trascendente.

Tu piel, otro factor clave en la construcción de mis sentimientos. Ninfa del período clásico, musa actual de un poeta que no llega ni a lo mediocre. Pero no quiero hablar más de ella, sino con ella. Y ni las catástrofes o crisis podrán con esto. Si se quieren llevar mi casa, que se la lleven, o mi dinero, o mi ropa. Yo estoy tranquilo. A ella sé que no se la podrán llevar. Y podrán alejarla, sí, pero no será más que un alejamiento momentáneo porque, como bien ambos sabemos, los polos opuestos siempre, siempre se atraen.

martes, 2 de noviembre de 2010

Y es que el querer me sale solo.

Clandestino. Así es mi amor por ti. Sólo yo sé quien soy y cómo creo que eres. Sólo yo sé que te quiero. Sólo tú acaparas mi vida. Pero también solo estoy. Solo vivo y solo duermo. Solo pienso y en soledad me hiero. Cual preciosa ilusionista te encuentro. Cual terrible destino advierto. Cualquier día despertaré y de amor me volveré a recostar, pero por más tiempo del que estimas cuando quieres descansar. Parece verso y es prosa. Pareces inofensiva pero sin querer puedes lastimar. Ni tú eres Leonor ni yo Machado. Ni tampoco quiero que lo seamos. Tan trágico destino, por muy bello que sea, no lo deseo. Dejaré pues de hacer poesía sin querer mas como mi amor por ti, imposible parece ser.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Cupido haciendo de las suyas.

Y es que no nos damos cuenta de la fugacidad de todo. La fugacidad de una mirada, de un gesto, de la vida y de una palabra. Lo que ayer era negro oscuridad, hoy es marrón esperanza. En esas fugacidades me volví daltónico y ahora no sé diferenciar tu pelo del resto de elementos. Sacrifiqué el identificar cromatismos por verte un fugaz segundo, algo parecido le ocurrió a un tal Orfeo algún tiempo atrás. Pero como él, yo también vagué por todos lados hasta encontrarte. De lo que no me dí cuenta era de que te tenía justo delante y mi ceguera de la oscuridad no me permitía distinguirte. Y ahora tengo que reconstruir todo mi ser y disfrazarlo de otra cosa totalmente distinta. Tengo frío y no es de otoño. Tengo miedo y no es de la oscuridad. Despertar y volver a dormir. Otra vez entrar en esa pesadilla de no saber qué es lo que pasa pero a la vez tan relacionada con la realidad cuando aparece ella. Eclipsa toda actividad, comentario o reacción. No me gusta este juego. Quiero volver pero, se ha cerrado la puerta de salida. Otra vez estoy en territorios del Amor.

Alegrías, tristezas y vida.

Sentarnos en un cine y ver cada una de las escenas más memorables de nuestras vidas. Una reproducción llena de momentos alegres como tus primeros reyes, tu primer cumpleaños, tu entrada en el colegio. También con momentos menos alegres como la pérdida de tu mascota o el primero de tus muchos amores platónicos que quedan en nada. Y escribo como si hubiera vivido lo suficiente como para recordar. Es cierto, no llevo tanto vivido, pero personas como tú hacen llenar mi vida y vestirla de plenitud de manera que parezca que no haya más que vivir después de esa tarde, esos segundos o esa mirada tímida congelada por el frío del tiempo.  Y reproducir todas esas bellas escenas muy rápidamente con una banda sonora del mismísimo Ennio Morricone de fondo. ¿Y qué pasará después de esto? ¿Quedará como una espinita más que me hizo pensar? ¿Un amor platónico más al saco de la desilusión? No, creo que esta vez no. Esta vez será distinto, lo presiento. Hay algo que me transmite que nunca ninguna otra me había hecho sentir. Encontrar esa chica que cuadra con tu forma de pensar, o de actuar, o de sobrellevar las cosas. Porque el día en que deje de escribir por ti, te invitaré a un café en un barrio típico francés donde los hombres aún llevan sombrero y la mujeres tocados del XIX. Y allí, sólo allí, será donde pueda grabar la película de mi vida, empezando por ti y terminando por ti.