"Alcohol may be man's worst enemy, but the Bible says love your enemy" Frank Sinatra.

martes, 20 de noviembre de 2012

El monstruo.

¿Dónde estás, mami? Hay algo en el armario. Está oscuro. Hay sombras que se mueven por toda la habitación. ¿Por qué no te has quedado aquí mientras duermo, mami? Me habrías defendido. Se ha movido la puerta del armario. Mami, tengo miedo. Está saliendo el monstruo de ahí y viene a por mí. Me giraré y así no lo veré. ¿Y si sale por ese lado de la cama? No, no, me quedaré quieto. ¡Ah! ¡Mi brazo! ¡No puedo dejarlo fuera de la cama! Podría salir de debajo de la cama, agarrarlo y arrastrarme. Me taparé con las sábanas. ¿Pero y si aparece por mis pies? ¡Mami! ¡¿Dónde estás, mami?! Cerraré los ojos muy fuerte. Pero entonces no lo veré venir. Mami, tengo miedo... Mami...

Y empapada la almohada de sus cálidas lágrimas, el niño terminó cayendo dormido, desapareciendo así todos los males de su cuarto.

Vuelan libres.

¿Sabes de esos primeros días de primavera en que las ciudades se llenan de hormigas voladoras?

Muchos las evitan. Otros las pisan. Pero nadie se para a pensar en sus brillantes alas con las que se alzan sobre el resto de la colonia. Se mueven por la ciudad y divisan lo que las otras nunca podrán. Ver casas, escuelas, niños y ancianos desde lo más alto, más incluso que muchos de los humanos que creen tenerlo todo. Son libres. Pueden codearse con las reinas del cielo. Esas criaturas majestuosas emplumadas. Nuestras hormigas son diminutas pero aún así, conocen el viento a la perfección y velan por sus camaradas como ángeles defienden el Paraíso. Son débiles, y de un soplido pueden ser derribadas. Pero siguen luchando. No se rinden.

Lástima que la simple suela de un zapato pueda acabar con los sueños aletargados de un niño que duerme pensando en ellas.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Domingos envenenados.

Enfermo.
Enfermo de domingos.
Domingos envenenados.
Veneno de nostalgia.
Nostalgia de tu sonrisa.
Sonrisa de luz clara.
Claridad que me ensimisma y ciega.
Ceguera voluntaria y dulce.
Dulce olor a madrugada.
Madrugada sin más color que el de tus ojos.
Ojos grandes y oscuros.
Oscuridad en la ducha.
Ducha de agua fría en pleno Noviembre.
Noviembre destacable.
Destacable contoneo de tus caderas.
Caderas que describen tus maneras.
Maneras de señorita inocente.
Inocente en el amor.
Amor no descubierto y oculto.
Oculto entre mis cajones llenos de papeles.
Papeles tachados, emborronados.
Emborronados como mi mente caótica.

Caótico momento.
Caótico lugar.
Caótica tú.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Buenas noches.

Yo, desde el tálamo escribo esto. Antes de dormir. Siempre con recuerdos de esos ojos indecisos.

Hoy. Ayer. Quizá mañana entiendas todo lo que dije sin palabras. Solo con verde al compás del rock and roll, cuando nuestras pupilas bailaban , chocaban. Con pequeños golpes que hacían que todo se desestructurara y tambaleara. Sombras en tus ojos. Orgullo y soporte en mi mirada. Yo seguiré con mis versos. Hasta mañana. Buenas noches.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Turno de noche.

Como el humo de un cigarrillo que de tu boca se escapa, me cuelo en tu cuarto, sutil, sigiloso, silencioso, siseante, un silbido mudo. Acompaso mi respiración con la tuya y observo cómo tu pecho crece y mengua a un ritmo constante. La brisa veraniega trae a tu ventana el canto estridente de un grillo, y rezo por que no te despierte. De olor a sal, a playa y a ti está llena la habitación en la que tus sueños vuelan mientras tú duermes abrazada a tu consciencia. Me sentaré aquí, a tu lado, a vigilar esta noche, no sea que algún condenado diablillo quiera que hoy no disfrutes de tan dulce momento.

martes, 30 de octubre de 2012

Sol podrido.

La luna no me mira cuando el sol está podrido. Los pájaros mueren si un haz de luz les roza. Los árboles lloran desconsoladamente. Sus lágrimas se funden con la lluvia dejando charcos de tristeza en el jardín. Paso a paso avanzo por el sendero para llegar hasta la casa. No quiero refugiarme de la tormenta, simplemente tengo que llegar a ella para descubrir qué se esconde en ella. No obstante, me desplazo lentamente. Sentir el agua en el pelo y la ropa me ponen en situación. Quiero y no quiero llegar. Delante de la puerta blanca, enorme, me detengo. Cojo aire. Llamo al timbre. La puerta se abre. Entro. Contemplo la lamentable escena y todo se desvanece, todo desaparece. Todo menos las lágrimas en que se ahogaron las hojas de los árboles.

viernes, 26 de octubre de 2012

Papeles quemados.

Papeles que arden en el suelo del salón. El fuego se eleva alto, muy alto en cuestión de segundos. Pero su auge dura lo que el impacto de una gota contra el cristal retumba en el oído. Y comienza a descender progresivamente, paso a paso, escalón a escalón. Las víctimas del incendio se retuercen, se estremecen y ennegrecen. Como el tiempo en otoño. Solo quedan pequeños puntos rojizos ansiosos por devorar hasta el último resquicio de blancura. Pavesas saltan y bailan en el aire mientras caen al cementerio de papeles abrasados.

No hay más que cenizas que manchan todo a su paso, dejando escrito "mira en lo que me has convertido". Por mucho que intentes borrar el mensaje, siempre estará ahí, recordándote lo que hiciste. Y en los días de más lluvia del año, no harás más que pensar en todo lo que pasó aquella triste noche de otoño.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Edu.

- ¡Un café cuando pueda, por favor!
- ¿Pombo?
- Sí, con leche y mucho hielo


- Tío, vas a verter el café por toda la mesa.
- Ya verás como no... Bueno, solo se ha vertido un poco, casi nada.

Conversaciones que se alargan y alargan. Filosofía, literatura, ética, amor, amigos. Todo con tiznes de cafeína y risas.

Meriendas tutankamónicas.

Ideas, ideas y más ideas. Unas en el tintero, otras poco a poco se llevan a cabo. Casi siempre de forma improvisada. "Garimbas", Vetusta y Quique. Porque para preparar un plan, por muy "sobre la marcha" que sea, necesita una buena disposición.

PING
PING
PING

Sí, siempre estoy y siempre estás. Agobios, movidas, anécdotas.

Madrid, sus edificios, tus sueños e ilusiones. Y aunque sean tuyas, las compartes.

Recuerdos y más recuerdos. Pozo. Siempre sonrío al traerlos de nuevo a la mente. Abrazos que llegan muy dentro. Allá donde vayas, dejas un trocito de ti.

Gracias.

martes, 23 de octubre de 2012

Naturaleza.

Niebla desde por la mañana bien temprano. No se ven ni los tejados de los vecinos. Mejor. Así nos refugiaremos de los que miran con descaro lo que hacemos en privado. No tendremos que bajar persianas. El día quiso ofrecerse a nuestro placer. Nos sirve y, sin poder parar el tiempo, al menos nos hace sentir que se ralentiza. ¿O son tus ojos? Me perdí en la espiral de incertidumbre y desconcierto. No sé si voy o vienes. Floto en un mar de devaneo.

El sol comienza a salir, consumido por la envidia, y disipa la niebla. Pero solo lo sé por el calor que entra por la ventana. Yo sigo comiéndote los ojos con la mirada. Esa que me hipnotiza y emboba. Esa que hace que mis labios esbocen una sonrisa. Una nube se interpuso e impidió al sol seguir mirando. Comienza a llover. El agua golpea los cristales violentamente. No tengas miedo, estoy aquí, yo llamé a la lluvia.

martes, 16 de octubre de 2012

El bosque.

Despierto en un bosque oscuro. No veo nada a mi alrededor. Miro hacia arriba y tan solo puedo ver unos rayos de sol diminutos que no son capaces de tocar el suelo por la desmesurada altura de los árboles. Únicamente guiado por los haces de luz decido escalar los árboles. Sus cortezas están frías, cubiertas de musgo y resbalan. De rama en rama, procurando no romper ninguna, asciendo hacia mi meta. Cada vez estoy más cerca pero el cansancio hace que suba a un ritmo mucho menor. Mis brazos y piernas están agarrotados pero si quiero saber dónde estoy, tengo que seguir. El aire se hace menos denso, más puro, menos viciado. Empiezo a sentir el calor en mi cuerpo. Por fin llego a la cima. No veo nada. Mis ojos están acostumbrados a la oscuridad y la luz que golpea mis ojos no me permite ver nada durante unos segundos. Parpadeo y...

No era el sol lo que me cegaba y calentaba, sino fuego que caía del cielo en forma de lluvia sobre el verde follaje de los árboles. Curiosamente, no llegaba a prender y cuando caían esas gotas sobre mi cuerpo, no sentía sino una suave caricia de agua caliente pero que dejaba quemaduras de segundo grado en mi piel. Al no sentir dolor, decidí recostarme sobre los árboles y disfrutar de las vistas mientras escuchaba cómo las hojas se amaban empujadas por el viento.

domingo, 14 de octubre de 2012

Hormigas.

Cuando el hastío se llena de dudas. Las hormigas cubren el cuerpo y desorientado vago en busca de esa mujer fatal. Atragantado y atascado me asfixio en este bucle infinito lleno de trampas. El cerebro cae y los hombros con él. La cabeza se inclina hacia abajo y las lágrimas se dejan seducir por la gravedad. Impactan contra el suelo frío y se rompen en pequeñas partículas que se expanden. Y detrás de una gota viene otra, desde el otro ojo.

Sigo envuelto en hormigas que me muerden y consumen. Hormigas negras, diminutas, letales y etéreas. Cada doce horas vuelven a por mí. Yo seguiré aquí, esperándolas, de brazos cruzados, perdido y muerto por dentro.

sábado, 13 de octubre de 2012

Atrévete a viajar.

La gente me pone trampas y yo se las pongo a la luna. Que nos ilumina en la noche cuando queremos ser cubiertos. Maldita seas, que no me ocultas en momentos oscuros y me alumbras cuando no quiero que me vean. Maldita seas por ser tú. Y si a partir de ahora, me buscas entre mis hojas, nunca llegarás a encontrarme. No necesito luces y alcohol para enseñarte mi mundo interior. Periscopio emocional y saber aguantar la presión. Si te agobias, dame un par de toquecitos en la espalda. Quizá no te guste el viaje, no te obligo a embarcarte en él. Si decides cambiar de idea, aún estás a tiempo de quedarte en tierra. No hace falta que cojas nada, no vas a necesitar más que tu presencia.

Hoy no me busques en la luz. Búscame en plena sombra. Sola y triste sin ti. Sin el olor a amapolas. Y tristes dalias sin ti, pequeña rosa sin olas.

viernes, 12 de octubre de 2012

Comisura.

Se sentó en el sofá cómodo de su salón con una cerveza en la mano y encendió la televisión. Con el mando a distancia cambiaba de canal constantemente, ni siquiera se fijaba en lo que echaban ese domingo a las 9 de la noche. Sus ojos estaban muy abiertos y no parecía reaccionar a ningún estímulo salvo al de la necesidad de dar un trago a la lata. Las luces que lanzaban los programas de la televisión pública chocaban con todo lo que encontraban en su camino.

De nuevo su sonrisa lo había llevado a perder la consciencia. Una fina curva, una comisura, tan sutil, tan perfecta, tan simple. En ese momento se paseó por su silueta. Resbaló a sus caderas memorizando la medida de cada ángulo de aquel cuerpo de mujer. Cayó, no a sus pies, más abajo, mucho más aún. Una caída que parecía no tener fin.

Seguía en ese sofá, sentado, mirando la televisión sin ver nada, con la cerveza caliente y su figura dibujada en la retina.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Réquiem.


Violas tristes se alzan suavemente. Un ser que nace envuelto en sombras. De una tenebrosa mancha negra en el suelo, asciende un niño de cinco años apareciendo en el medio de una oscura habitación llena de sangre y odio. A su lado, su madre yace muerta. El terror brilla en los ojos azules y grandes del niño. Su padre, enfrente de él, permanece en pie con un cuchillo en la mano, los ojos en blanco y los brazos alzados. La respiración del chico se hace más fuerte.

-Mamá... -dice mientras intenta reanimar el cuerpo inerte- Mamá... ¡Mamá! ¡MAMÁ!

El padre ríe. Carcajadas que retumban en los oídos del niño y lo hacen enfermar. Réquiem en el equipo de música. Suenan tenores. Susurran sopranos. Bajos que mantienen la estructura. Juegos de acordes que construyen una base y se elevan hasta el cielo. Crescendos, crescendos, crescendos. Los susurros van tomando forma definida y descansan en la cresta de la melodía. El chico sigue en la misma posición, sintiendo todo tipo de miedos y males caer sobre él. Únicamente le protege la fina capucha de su chaqueta, algo grande para su pequeño cuerpo. Llora sin consuelo mientras mira a su padre. Pero el asesino, de golpe, suelta el cuchillo, se arrodilla y se percata de su crimen. Abre la puerta de casa y se marcha, dejando atrás a la criatura completamente indefensa y sola. Y la melodía cae hasta casi perderse entre la densa atmósfera de la escena.

domingo, 12 de agosto de 2012

Una mujer que duerme.

La luna en hoz ya te corta el sueño. Y las cortinas bailan de forma elegante para ti. Una estrella acecha, te busca, pero no te encuentra. Su luz es muy tenue y mamá no despertará para ayudarla. En cambio yo, sí estoy contigo. En tus manos frías. En la curva de tu boca. En tu pelo pomposo.

Un árbol cruje y cae haciendo un gran ruido que entra por tu ventana, alterándote. Tu corazón aumenta las pulsaciones. Te incorporas pero, al entender que es solo un susto, te vuelves a recostar, y esta vez sobre mí.

Duermes de nuevo y te escucho respirar. Una respiración constante y suave: inspiras poco y espiras menos. Tu pecho, delicado, sigue el ritmo y se mueve de manera graciosa, como las cortinas.

Un beso en la frente. Un beso en la nariz. Un beso en tus labios. Duerme tranquila, que yo te guardo de los malos sueños.

jueves, 9 de agosto de 2012

Detractores.

Detractores abstractos a las 5 de la madrugada. Cansado y sin sueño. Insomnio maldito. Figuras y formas obsesivas. Un mundo de espiral vertical y descendente en el que, en su punto más bajo, una voz susurra con matices de gritos al oído que sangra demacrado por mil palabras cargadas de caos. No sirvió de nada que todas aquellas lágrimas cayeran en el montón de folios viejos y rotos.

Ahora mira al cielo y escucha cómo mi voz vuela de estrella en estrella. Su estela es un leve eco que retumba en la cueva, la meta, donde se consigue que la piel se erice y los ojos se cierren suavemente.

Pero ahora estoy aquí, en este apartamento. Solo. El sueño me gana terreno y el telón quiere caer. Monotonía y hastío en vena que no reaniman. Que duermen.

Y vuelve la obsesión, la forma, la simetría y las copas en el bar de la esquina.

lunes, 30 de julio de 2012

Madre.

-Estoy aquí. No me he ido. Sigo contigo, hijo. No te voy a dejar.

Pasa una mano con delicadeza por la cara del niño. Le acaricia. Le susurra al oído. No puede evitar dejar caer sus lágrimas sobre el rostro del crío. Lo coge en brazos. Lo mece. Lo apoya en su hombro y con una mano le sujeta la cabeza. Camina de un lado a otro de la habitación y sus llantos se hacen cada vez más fuertes. Los de ella. El chiquillo no mueve ni un músculo. Calla.

-¿¡POR QUÉ HAS TENIDO QUE HACERLO?! ¡UN NIÑO INDEFENSO! ¡¿POR QUÉ ÉL?! ¡¿POR QUÉ?!

Suelta chillos desgarradores llenos de impotencia. Se acerca al padre del niño. Le da golpes sin fuerza en el pecho. Se deja caer al suelo con su hijo, ya frío, aún en brazos. Dándole besos en la frente. Lo aprieta contra su pecho.

El padre se quita el cinturón, retrocede unos pasos dando tumbos y cierra la puerta de la habitación.

sábado, 30 de junio de 2012

Cuchillas.

Solo. En mi cuarto, vacío, lleno de papeles que vuelan. Palabras que planean y se deslizan hasta caer al suelo, donde se convierten en cuchillas que intento esquivar. Una se clava en mi hombro izquierdo. Otra en el estómago, a la derecha. La tercera en la pierna. Así que salgo de la habitación huyendo de los cortes y puñaladas. Me agacho. Me arrastro. Sangro. Dejo un reguero rojo oscuro, muy oscuro, en el pasillo. Pero no grito. Simples gruñidos. Consigo llegar hasta el salón y cerrar la puerta. Me apoyo sobre ella e inspiro hondamente. Observo mis heridas. Agarro con fuerza la primera de las cuchillas, aguanto la respiración y tiro para sacarla. En la hoja leo "TODO". La del estómago rezaba "HA". Y la última, en la pierna, brillaba con un "MUERTO". Intento detener las hemorragias cuando un frío se adentra en mi cuerpo, traspasando la ropa. En la esquina izquierda del techo flotaba ella señalándome y riendo a carcajadas. Su risa hacía que mis oídos pareciera que fueran a explotar. El miedo se apoderó de mí. Tapé mis oídos con fuerza. Grité. Lloré. Pero de nada sirvió. Todo en mí había muerto.

lunes, 21 de mayo de 2012

El escondite.

Anochecía y llovía a mares. Llegó el olor a tierra mojada mecido por el humo del cigarrillo que preside la vista, sin pista alguna para reconocer tu voz entre el gentío de gotas. Susurros sin aliento y voces con sordina. Quiero que me digas al oído dónde estás. Pero no te dejes ver. Quiero buscarte y encontrarte y luego volverte a esconder. Y en cada encuentro fortuito no me toques sin querer. Mejor quiéreme sin ton ni son que en esta guerra ya gané. Así que no te resistas, ríndete. Porque hasta los ángeles bajan a nuestra habitación en busca de los restos de nuestro cariño y nos entretenemos tirándoles de sus blancas y enormes alas. Sigue oliendo a tierra mojada pero deja de llover en la calle para comenzar a hacerlo en este cuarto. A llover caricias. A llover susurros que repiquetean en los cristales.
- Por cada gota que estalló en la ventana te daré dos besos.- Te digo muy bajito.
- Perdimos la cuenta de las gotas.
- Pues permíteme, entonces, que perdamos la cuenta de nuestros besos.

martes, 1 de mayo de 2012

Gatos.

Dejaste huellas de falso amor que vomitaste en un rincón una noche de melancolía relativa. Encima de la mesa aún permanece la botella sin etiqueta que compartiste con los gatos callejeros que en la noche sus ojos te guiaban. Muchos te preguntaron: "¿Adónde vas, señorita? ¿Te acompaño?" Y tú simplemente dabas tumbos subida a tus tacones de mentiras. Los callejones son demasiado anchos para pasar y de pared a pared un río de tensión te impide apoyarte a descansar en el ladrillo visto. Bajas la cabeza y ves tu vestido manchado de verdades. La levantas y ves el cielo sin ninguna estrella. Todas huyeron de ti para que no las contaminaras con tus cuentos de final asesinado. No te mostrarán el camino esta noche. Se caen tus llaves, te agachas y tropiezas sobre un montón de basura. Ahí puedes ver fotos en las que sales con gente a la que dijiste querer y solo quisiste utilizar. Pero no te preocupes, te quedan los gatos. Ellos te esperan al final del callejón para seguir siendo tus lazarillos.
Has llegado a casa y tras nueve intentos de meter la llave en la cerradura, consigues abrir para ver cómo tu casa está en llamas. Llamas azules que no queman pero sí destrozan. Rompen mesas, platos, vasos y tus recuerdos tan aferrados a tu memoria. Se despiden de ti con mucho gusto y se evaporan al tocar el techo.
Es de noche. Estás despierta pero no del todo viva. Tu corazón ya está completamente negro y los gatos siguen observando desde el alfeizar de la ventana.

domingo, 29 de abril de 2012

Ritmo de lluvia.

Colgado boca abajo notando cómo palpita mi cabeza mientras la lluvia fría me refresca la cara y cala mi ropa. El ritmo sanguíneo sigue el compás de dos palas que cavan un nicho. Recuerdos de aquellas noches de alcohol perdiendo la consciencia inconscientemente con cientos de ojos brillantes sumidos en tinieblas. Conviviendo con muertos que apestan a carisma podrido. Unas sombras cortan las cuerdas que me ataban en mitad del pensamiento y me despeño contra el suelo de la nada. Los niños de ojos rojos se quedaron sin piñata. Niños de aspecto feliz y algo psicópata. Con miedo me arrastro hasta el rincón a acurrucarme en mí, y una brisa polar entra por mis pies ya fríos, sin sangre, incapaces de sostener mi infancia inerte. Se cayó el estandarte. Se callaron los niños. Una gota al chocar hace eco en el vacío. Y mi voz quedó sesgada para siempre.

jueves, 5 de abril de 2012

Hoy Dios ha llorado.

Hoy Dios ha llorado. Sus lágrimas cayeron sobre los sauces llorones que inmediatamente buscaron acabar con sus vidas. Y entre suicidio y suicidio tomaba un café sentado al borde de la Nada, acompañado de Nadie y sus necedades. Todo lo que había sido se cubrió de brasas disfrazadas de cenizas para en silencio quemar hasta el último rincón de mi cuerpo sin dejar rastro. Pero los sueños que en mi cabeza dormían volaron alto, muy alto, tan alto que el vértigo se enamoró de ellos despeñándolos contra el frío lecho de asfalto. Y una vez esparcidos por el suelo, los niños jugaron con ellos dándoles patadas, haciendo que el repiqueteo retumbara en los altos rascacielos de la ciudad insomne. Cansados de destrozarlos, fueron abandonados, y los pájaros metieron su pico afilado entre los egos, separando los recuerdos de lo onírico.
Dios se ha cansado de llorar. Todo se desvanece. Yo sin identidad. Date la vuelta en la cama, tú simplemente duerme.

lunes, 26 de marzo de 2012

Cautiverio voluntario.

Esta noche hasta la luna se esconde de ti. Como la comisura de unos labios que esbozan una sonrisa, pasa desapercibida entre tantos puntos de luz que guardan deseos. No quiere saber nada de tu cárcel voluntaria a la que te ofreces en cuerpo y alma. Esa que cierras y sellas para solo estar tú contigo y lo que haces tuyo imponiéndole un arresto facilitado por tu hipnosis sirenil. Así tus memorias se reducirán a una cama con cuatro patas de sucias mentiras y a tus sábanas manchadas de hedonismo. Y seguirás fingiendo que eres feliz y que amas la vida, que todo te va bien, que todo te sonríe, que te comes el mundo y te quedas con hambre. Te acostumbras a tus cuentos de tal manera que no sabes lo que es verdad y lo que no, perdiendo la noción de lo que has vivido. Amnesia causada por farsas reflexivas que se convierten en recíprocas cuando entra alguien en tu cautiverio. ¿Quién sabe? Es posible que algún día quedes cerrada desde fuera con llave y te des cuenta de que la soledad es tu única compañera en tu universo particular al que llamas "vida".

miércoles, 21 de marzo de 2012

Cárcel de humo y palabras.

En esta cárcel de humo y palabras
respiro aire sucio e infectado que
tinta las paredes de negro y gris
y dibuja siluetas sinuosas e ingenuas.

Aro el ara sin colgarme del aro
y con sed de sol y café
unidos en una misma taza sin asa
bebo esculpiendo la vida que se va.

No existe adiós ni ola
que el mar te presta y te retira
y cuando das la vuelta a la moneda
el suelo se desprende, caes al vacío.

Agitas piernas y brazos con locura,
abrazas y pateas realidad
candente, incandescente, con oxígeno
que entra a bocanadas, que te quema.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Vil palabrería. Mil palabras.

Los mares agitan el agua verde.
La luna controla la fuerza de la olas
a pesar de ir siempre desbocadas,
de boca.

Vil palabrería. Mil palabras
que permanecen en la atmósfera y
al moverse una ligera brisa
entran directas a mi habitación
por la ventana.

Se desplazan sin tiempo ni espacio
pero fluyen e influyen en el tálamo
buscando únicamente el placer,
el hedonismo.

Vil palabrería. Mil palabras.
Mil palabras. Pura y vil palabrería.

jueves, 8 de marzo de 2012

Botones.

Caminaba por la calle cuando el sol cayó en picado y los edificios comenzaron a ser devorados por verdes enredaderas, rompiendo cristales y abrazando mortalmente todo a su paso. Sin embargo, seguía mi camino sin inmutarme.

Dos señoras ligeras de ropa aparecieron frente a mí, insinuándose y pidiéndome que las acompañara esa noche. Al principio pedían dinero por ello, pero tras mi negativa, aceptaban llevar a cabo su propósito de manera altruista. Las aparté, les tiré una moneda y seguí calle abajo. Era curioso ver cómo se abalanzaban sobre ella.

Un borracho se tambaleaba cuando, al verme, me echó un brazo al hombro y me ofreció ser su compañero de alcoholismo. Prometía pagarme todas las copas, no tendría que gastar ni un solo céntimo. Retiré su brazo de mi hombro, lo estabilicé para que no abrazara el suelo y seguí rumbo a ninguna parte.

Empezaba a hacer frío y me abroché los botones de mi abrigo. Uno de ellos se precipitó contra el suelo muy lentamente. Y apenas impacta, un gran estruendo ensordece mis oídos y me hace perder el equilibrio. Como una granada de mano explotando a mis pies. La cabeza me estallaba del ruido y mis ojos no dejaban de segregar lágrimas. Mis ropas se habían rasgado y al levantarme, me costaba no caerme por mi estado de conmoción.

Pedí ayuda a un señor mayor, y me lanzó una moneda. Me apoyé en los hombros de un joven y me apartó el brazo. Acababa de iniciarme en el macabro mundo de la calle.

miércoles, 7 de marzo de 2012

La vida.

- Manolín.
- Dime, Martín.
- ¿Tú te acuerdas de cuando a las 5 de la mañana, pasaba por tu casa y nos íbamos a la finca del señor Julián?
- ¡Pero bueno, Martín! ¿Cómo no me voy a acordar? Fueron buenos tiempos. ¿Recuerdas a la hija del señor Julián?
- ¡Hombre, menuda moza! Qué pena que al final se casara con aquel señoritingo de traje y pajarita hasta para ir al campo. Le daba asco mancharse los zapatos.
-Sí, una pena pero, si algo te enseña la vida, Martín, es que no por tener mucho, vas a ser mejor que los demás, y el que poco tiene, mucho busca. Así no le da tiempo a uno a aburrirse.
- Claro que sí, Manolín. Míranos ahora, sentados en esta terracita frente al mar, con un vinito. Y esto lo hemos conseguido con el sudor de nuestra frente, Manolín, no nos han regalado nada.
- ¡Y bien orgulloso que estoy de ello! A mis hijos no les ha faltado nada, pero yo he tenido que sufrir mucho para conseguirlo.
- Pero bueno, Manolín, eso lo hemos tenido que pasar todos.
- ¡Todos no! Martín, yo he visto mucha gente que ha trabajado conmigo en el campo durante dos meses y después se ha ido con una niña pija que le ha mantenido.
- Sí, Manolín, pero eso ni son hombres ni son nada.
- Vámonos anda, que se nos está haciendo tarde.
- Sí, será mejor. ¡Ay! Estoy ya viejo, Martín, me cuesta hasta levantarme de una silla.
- ¡Bah! Sigues siendo un chaval por dentro. Mírame a mí, ya no me puedo levantar pero no me preocupa. El vinito que nos hemos tomado, nos da una vidilla...

Y los dos ancianos siguieron charlando y riendo sin dejar de caminar, recordando por qué son grandes.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Hazlo.


Corre. No mires atrás y sigue corriendo hacia adelante. Sí, te están persiguiendo. Da igual quién sea o por qué lo haga, tú no pares de correr. Gira a la derecha. Bien. Ahora gira a la izquierda, por ese callejón. Cuando llegues al final, salta la valla. Y sigue corriendo. Gira a la derecha y pégate a la pared. Bien, ya no te siguen. Parece que los has despistado. Siéntate en el suelo y descansa. Nota tu corazón desbocado, golpeando tu pecho desde el interior. Mete aire en tus pulmones. Ya has descansado lo suficiente. Levántate. Dirígete al banco que hay girando a la izquierda al final de esta calle. Bien, ya estás en la puerta. Pon la mano en tu revólver. Entra. Saca el arma. Dispara una vez al techo y no grites. Mantente frío. Pídele todo el dinero a la de la ventanilla. Si no se mueve rápido, apúntale con calma. Bien. Ahora que tienes el dinero, sal por la puerta de atrás. Corre otra vez. No te gires. Van a disparar pero tú no te des la vuelta. Sigue corriendo. Gira a la izquierda. Ignora las balas. Si te paras ahora, eres hombre muerto. Entra en la casa que tienes a tu derecha. Deja el dinero encima de la mesa y túmbate en la cama. Enciéndete un cigarro. La sangre está manchando tu colcha. Esos disparos han tocado puntos claves. No te aferres a la vida. Disfruta de lo poco que te queda de ella.

lunes, 27 de febrero de 2012

Bocetos.

Juguemos.
Pasemos de mis dos dimensiones a las tres tuyas.
Estoy en desventaja, solo voy con alto y ancho. Tú tienes el comodín de lo profundo.
Intenta darme tu esfera. Yo te regalaré mi cuadrado.
Quizá tenga problemas. Me cuesta reducir lo que me ofreces.
Tú en cambio lo expandes al cubo con más facilidad. Y cuando lo hayas hecho,
regálame el espacio, el vacío que creas. Enciérrame entre cuatro paredes,
techo y suelo, tierra y cielo. Saborearé el placer de lo tridimensional.
Pero ahora voy a romperlo. Voy a abrir un agujero y salir por él.
Nada más poner un pie fuera del cubo volveré a mi dimensión.
Y desde allí plasmaré en perspectivas caballeras e isométricas
lo que sentí en ese espacio.
Pero no olvidemos que solo creo ilusiones, que nada de esto es verdad,
que sigo encarcelado en mi bidimensionalidad.

jueves, 23 de febrero de 2012

Oda a un segundo.

Agua estática, estancada, que crea una circunferencia paralela al borde de la realidad. Asciende de forma cilíndrica y su mitad se ve seccionada por madera vieja. El resto sigue ascendiendo para chocar contra el techo pálido y frío decorado con colinas. Sobre ellas un recuerdo grita, haciendo que su eco llegue a lo más bajo del mundo, más bajo que este agua geométrica, más abajo aún que su sombra, proyectada desde el incandescente sueño. Y los resquicios sonoros acarician las mejillas altaneras. Se desprenden del matiz carismático para dejar el esqueleto desnudo de la palabra muerta. Allí acumulan polvo y desprecio que florece en odio blanco. Lo manchan con amor podrido y escupen con hipocresía barata.
Pero el recuerdo vuelve a gritar, esta vez hacia el cielo, y sus palabras no caen. Se elevan tan alto que las nubes son miradas desde arriba, sin viento ni vacío, llenas de arpegios.
Una mano alza el vaso. El agua se alborota. Comienza la catástrofe.

martes, 31 de enero de 2012

Reconstrucción.

En los rincones oscuros se acumulan los cristales
cuyas sombras cortan la luz de una bombilla,
y se abre paso por las habitaciones cerradas
bañando con tinieblas el placentero sueño.

Y fuera, humo frío. Humo denso. Humo vacío
y etéreo que vaga por el espacio, por el viento.
Sin pies ni cabeza los gigantes caen de espaldas
sobre perros vagamundos buscando puchero.

Árboles tumbados por huracanes muertos,
los pájaros huyeron de sus nidos hace tiempo
a lugares más cálidos, a las playas del sur
para recordar lo que dejaron atrás mirando en el retrovisor.

La luz vuelve, pálida, a por lo que dejó en la tarde
y el salto cualitativo se vuelve descendente.
Sembró lirios verdes y cosechó aguas púrpuras
de un cielo tumbado boca arriba con sed de lluvia.

lunes, 30 de enero de 2012

Ahora que el sueño te vence esta batalla.

Ahora que el sueño te vence esta batalla.
Ahora que los párpados caen a plomo
por los acantilados de tus pupilas.
La oscuridad te aleja de tu mentira
y la soledad enriquece lo real.

Ahora que los pájaros ya duermen
y no puedes distraer tu pensamiento en ellos,
te percatas de lo que se fue, cuestionando,
sin motivo, lo que sientes y sentiste, lo perdido,
lo que ansiabas y pedías que fuera eterno.

Ahora que tus sábanas no arropan tus lamentos
y bajo mantas tu corazón muere de frío,
notas la vida quemando a fuego lento
y los llantos borrando toda sonrisa
cayendo en picado y de cabeza al precipicio.

Ahora que el sueño te vence esta batalla.
Ahora que el sueño ganó la guerra misma.

domingo, 29 de enero de 2012

Acuarelas con exceso de agua.

En una mano sostengo mi infancia y en la otra mi pseudomadurez.
El frío las congela. El tiempo se para.
Y despierto de mi letargo sensorial para darme cuenta de lo que es dormir, soñar. El odio se viste de transeúnte derrotado y el amor de realidad inconcebible. No hay limbo entre la noche y el día. No hay amanecer entre el cielo y el infierno. Solo un horizonte escrito con palabras, recuerdos y experiencias que supuran y suspiran, la peor cara de la incertidumbre.
El único vicio del hombre es la mujer, y el de ésta, los estigmas de una noche en vela y compañía.
Con celos y recelos de lo mismo en cada crepúsculo podrido por culpa de la desgarradora fugacidad del sentimiento.
En la penumbra, los campos aún conservan el verde agitado de las finas confesiones sin seguro médico.
Se asfixian los peces. Se arrastran los pájaros.
Los cantos ya no llegan, allí donde el monte descansa y respira.

domingo, 22 de enero de 2012

Dinámica.

Así es.
Va y viene.
Va y viene.
Va y viene.
Cuanto más lo separas de ti, cuanto más lejos lo lanzas, cuanto más fuerte lo arrojas,
con más fuerza regresa a ti.
Un nudo tan atado al dedo corazón, que corta el riego sanguíneo y lo amorata. No puedes quitártelo, ni quieres. No dejarías que te lo arrebataran con facilidad. Pero inevitablemente, se va. Y seguramente se va, para no volver porque en el último lanzamiento, el nudo, como por arte de magia, se desató. Tratas en vano de recuperarlo pero se fue con toda la fuerza que tenías. Es inevitable ver cómo se te escapa, con lágrimas en los ojos. Y te sientas resignado viendo cómo tu dedo púrpura es la marca de la asfixia y sabiendo que tu yoyó aparecerá colgando de la mano de otro, en otro dedo corazón.

viernes, 20 de enero de 2012

Desengaños.

Volví a aquel garito oscuro aislado al fondo de un callejón donde entraba de todo menos luz. La luna seguía perdiendo batallas por entrar en ese rincón de la ciudad. Y sin embargo, acudía allí cada vez que mi cabeza no me dejaba dormir. Al entrar, vi que todo estaba como siempre excepto por un detalle: había un señor ya allí, con un aspecto que soy incapaz de describir. Parecía mayor y su gabardina oscura lo dotaba de un carácter aún más misterioso. Me vio entrar. Parecía que me estuviera esperando porque nada más cerrar la puerta, me hizo un gesto invitándome a sentarme en su misma mesa. De camino a ella, pedí en la barra una jarra de cerveza fría.

-Siéntate Tom. -Dijo con una ligera sonrisa.

-¿Cómo sabe mi nombre?

Soltó una carcajada y me ofreció un cigarrillo.

-No, gracias, no fumo.
Pude vislumbrar que el hombre tenía una barba blanca espesa y los cincuenta ya no los cumplía. Le dio una calada a un cigarro y entre el humo, el camarero dejó mi jarra de cerveza en la mesa.

-Mujeres, ¿verdad? No digas nada, no intentes desmentirlo, tu cara es un cristal transparente de tu alma y tu mente. Y ahora mismo te estás preguntado: ¿quién eres? ¿por qué me conoces? Pero eso es lo de menos, nimiedades. Ahora lo importante es que bebas y escupas todo tu odio.

No sabía cómo reaccionar pero había algo en su mirada que me hacía confiar.

-Pues... tiene usted razón. ¿Sabe lo que es mirarla a los ojos y que tu pupila se queme? Y no echar ni una lágrima para sofocar el incendio provocando quemaduras de tercer grado, irreversibles ya. A ciegas acudo a este sitio para deleitar mis papilas con cerveza fría y mis oídos con música de los años 30. No curan, pero distraen mi atención del dolor aunque sea momentáneamente. Para ella, en cambio, todo ha muerto ya. Ama a otro hombre. No he pasado a un segundo plano; he desaparecido de él. Condenado a no olvidarla. Castigado a sufrir sus nuevos sentimientos...

Me liberé de todo lo que me oprimía el pecho. El señor me escuchaba atentamente y tras verme incapaz de continuar hablando, se reclinó sobre la silla para decirme:

-He vivido batallas horribles en conflictos bélicos de oriente, pero sin duda, el peor conflicto es el del hombre consigo mismo. Chico, no te fíes. Déjala que se vaya con otro hombre, no importa, pero déjala. No la sigas por el sendero de su vida, es suya. Sé que es duro, pero recuerda siempre esto: despertará cada mañana con otro hombre a su lado, pero siempre sola.... Siempre sola.

Y tras esto, el hombre misterioso, se levantó y se marchó dejándome otra vez solo ante mis miedos, mis preocupaciones, meditando las sabias palabras que me habían sido regaladas: Siempre sola.

lunes, 16 de enero de 2012

Entre el sueño y la vigilia.

No hay formol para momentos que piden a gritos ser raptados. El día cerró los ojos, y de sus párpados cayó la noche. Y ahora, que no me ve, golpearé con los nudillos los cajones del orden para romper sus cuadriculadas emociones. Bienvenido a mi sueño.

Se impulsó, agarrándose a la cornisa. Alguien pisó sus manos. Cayó de espaldas a la realidad. Murió en el acto, en el segundo concretamente. Y el calor emanaba de los poros de su cerebro, pero los vellos se erizaban de frío. Calló a mi lado. Grité, y brotaron hierbas verdes en los campos yermos de la mente de un enfermo con personalidad podrida por ansias de libertad que vagaba por las calles sin rumbo. Alcé los ojos al cielo en busca de una cura, y millones de copos de nieve que se me antojaban serafines, cayeron, refrescando mi cara. Placebo disfrazado de antibiótico místico. Me cubrí con mi chaqueta y continué avanzando por los bulevares atacados por las sombras de las que todo niño siempre ha huido y huirá.