Que me esquilmas el alma
y con calma me esquivas.
Y mi cuerpo, arrojado,
se desvive a fatigas.
Ya siento el gorjeo
de aquellas aves cautivas
que me recuerdan otra vez
la magnitud de las heridas.
Ábrela, rápido, que las alas
son memorias del pasado
de cuando aún rezabas.
Ahora, lento, acabado,
solo esperas, solo,
que te arrastren a caballo.
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