Las mañanas de Jason eran lentas y pesadas, como el primer sorbo de café. Aquella no era diferente.
- ¿Sabes, chico? Solo hay una cosa en este mundo que me dé más miedo que una pistola cargada.
- ¿La cárcel?
Jason soltó una leve carcajada.
- No, por supuesto que no.
Cogió un cigarrillo y lo encendió.
- Las mujeres, chico, las mujeres.
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