Jason tenía ganas de perderse, emborracharse con un ron dulce y amanecer en cualquier calle. Quería dejar de pensar en lo mismo de todas las noches y esperaba que el mismo ron le calmara el pensamiento. Pero olvidaba que en cada trago volvía y se presentaba como un espíritu de aromas y tacto caliente. Quizá el problema estaba en su adicción a lo volátil e inexistente.
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