Y volvió a vestirse de barrio rojo
con un vestido a juego.
Se sintió como pez fuera del agua
cuando intentó dejar el negocio.
Volvió a hacer la calle
a pesar de que más de uno quedó enamorado.
Pero le daba igual,
la decisión era definitiva.
Decía haber nacido para ello.
Y sus ojos brillaban en la noche
mucho más que los de las chicas decentes.
Y se reía porque era consciente de ello.
Y sonreía porque ellos enloquecían.
Y las manchas de tinta en sus brazos
le recordaban cada día
que no había llegado su momento,
que aún tenía que disfrutar
con los labios y no con billetes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario