Cuando el hastío se llena de dudas. Las hormigas cubren el cuerpo y desorientado vago en busca de esa mujer fatal. Atragantado y atascado me asfixio en este bucle infinito lleno de trampas. El cerebro cae y los hombros con él. La cabeza se inclina hacia abajo y las lágrimas se dejan seducir por la gravedad. Impactan contra el suelo frío y se rompen en pequeñas partículas que se expanden. Y detrás de una gota viene otra, desde el otro ojo.
Sigo envuelto en hormigas que me muerden y consumen. Hormigas negras, diminutas, letales y etéreas. Cada doce horas vuelven a por mí. Yo seguiré aquí, esperándolas, de brazos cruzados, perdido y muerto por dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario