"¡Qué tendrá ese maldito nombre! Con unas cuantas letras, ya sean pronunciadas o leídas, consigue sobresaltarme. Y es un simple nombre, un conjunto de signos sin más significado que el de designar a alguien. Y sin embargo, me conmueve."
Borracho de aburrimiento escribía Gary estas palabras y con ellas evocaba a su amor, Sandy. Le encantaba la canción que John Travolta dedicaba a Olivia Newton John en Grease y en la ducha imaginaba ser el protagonista cantando tan preciosa canción al oído de su amada. Pero la realidad era que ni él era Travolta, ni ella su Olivia y ella no le amaba. No, ella no le amaba. Ella tenía su Travolta particular y no llevaba por nombre Gary.
Tenía casi asumido esto último pero una simple mirada, un simple saludo hacían avivar el fuego que, a base de ignorarle, parecía casi apagado. Las brasas no se pagaban. Incandescencia que lo traía de cabeza desde hacía concretamente 4 meses. Él no se había declarado, y sin embargo, conocía a la perfección la respuesta. Vivía en constante pesimismo que escondía tras su careta de payaso y derrochaba optimismo por donde pasaba, pero sólo para los demás.
La droga de amarla acabó con su personalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario