Una gota cae. Lentamente se despega de la superficie que conforma el techo de mi habitación y cae muy despacio. Choca contra un pequeño charco. Entra y, como si saliera de forma rebotada, salta y vuelve a entrar y sale con cada vez menos fuerza hasta que se convierte en una simple onda. Tumbado en mi cama boca arriba cierro mis ojos y recuerdo la caída de esa gota.
Caminaba escuchando música y me crucé con una señora. Su olor a colonia barata era bastante fuerte y permaneció en mis fosas nasales algunos segundos. Cuando se fue esa sensación, olía todo desde otra perspectiva. Inspiré con fuerza.
-No todo gira a tu alrededor, no te creas el centro del mundo.- Me dijo con voz repelente.
-No me lo creo, lo soy. Por cierto, ahora entiendo por qué estás sola todos los fines de semana y lloras al no tener a nadie en quien confiar.- Me levanté de la silla y dejé aquel lugar.
Veía la superficie de la piscina al final, muy lejos de mí. Y yo dentro del agua, desperté y vi que la piscina era más grande de lo normal. Era enorme. no podía llegar a ninguna de sus paredes. Tampoco al fondo. Y mucho menos alcanzar la superficie. No llegaría con aire suficiente. Empecé a necesitar aire. Cerré mis ojos.
Estaba en el suelo y alguien me pegaba patadas en el estómago. Yo me encogía para amortiguar los golpes. Mi agresor gritaba: "¡Cabrón! ¡Así aprenderás a no mirar más a mi novia!" Conseguí levantarme. Cerré mi puño. Golpeé en su cara y me marché del lugar dejando a ese capullo en el suelo en estado de shock.
Otra vez en mi habitación. Esas gotas seguían cayendo y golpeando en el suelo.
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