Ronda la medianoche a todas horas en todos sitios. Y yo mismo me encuentro, frente a frente. Me golpeo en el estómago, la cara y en el suelo me lanzo patadas. No me dejo ni un segundo de respiro. Pero no grito, no me quejo. Me hago una bola e intento parar los golpes. O al menos su intensidad. Duele y sangro. Pero cuando me canso de golpearme, me levanto, acabado, y pido otra copa.
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