No nació nada.
No murió nadie.
Y sin embargo todo el mundo lloraba.
Todos se lamentaban de haber tenido que sufrir aquello.
Dios sabía por qué lo hacía.
Bebió hasta caer al suelo justo antes de actuar.
No sentía nada.
Ya lo había sentido todo antes.
Murió un domingo cualquiera de madrugada.
Quería sentirse humano por unos días.
Pero no pudo soportarlo.
Se compadeció de los hombres.
Lloró amargamente por las mujeres.
Y desapareció.
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