Intentó soltarse pero era imposible. Las cadenas eran tan gruesas que ni un caballo joven podría haberlas roto. Tenía mujer e hijos. ¿Qué desalmado lo tenía allí inmóvil y cuál era el motivo? Rick era un simple profesor de instituto, de clase media. Un tipo muy corriente y no podía ni siquiera adivinar las intenciones de su secuestrador.
- ¡EH! ¡¿HAY ALGUIEN AHÍ?! ¡POR FAVOR, SACADME DE AQUÍ! ¡COGED LO QUE QUERÁIS! ¿DINERO? ¿JOYAS? ¡OS DARÉ TODO LO QUE TENGO PERO POR FAVOR, NO LE HAGÁIS DAÑO A MI FAMILIA!
Silencio.
- ¡Oh, Dios mío! ¿Qué he hecho para merecer esto? - sollozaba.
De pronto, Rick comenzó a respirar muy rápidamente. Se llenó de furia y comenzó a hacer fuerza con sus brazos y piernas. Sus venas y músculos se hinchaban. La sangre subía hasta su cabeza y gruñía sin dejar de hacer fuerza. Los goznes y las cadenas comenzaron a dilatarse y a chirriar. Rick parecía estar fuera de control. Lentamente los hierros empezaron a romperse. Consiguió ponerse en pie y corrió hacia...
Un hombre de unos 60 años entró en la habitación en la que Rick seguía encadenado, inconsciente aún por los golpes que recibió cuando iba camino a casa. Sacó una pistola que llevaba en el cinturón e impasible, frío y sin temblar ni un ápice, disparó a la cabeza de Rick.
Me gusta :)
ResponderEliminarUna escena muy potente, cargada de dramatismo, que bien podría ser el comienzo de una futura novela o guión cinematográfico. La crudeza de este episodio deja al lector deseoso de más información, de respuestas para muchas preguntas.
ResponderEliminarEnhorabuena, Héctor.
Un abrazo.