Puedes llevarte lo que quieras: mi casa, mi ordenador, mi cama, mi comida y mi ropa. Yo la tengo a ella.
Camino por las calles con frío. Sólo llevaba una camiseta de manga corta y una chaqueta de cuero en pleno enero. No sabía a donde me dirigía y tampoco me importaba. Mis pensamientos me taladraban la cabeza y sentía la necesidad de contarle todo a alguien o explotaría pero, son las 5 de la mañana, ¿quién va a escucharme a las 5 de la mañana? No hay nadie y el que está, va ebrio y le da igual lo que le digas o lo que le dejes de decir. Así que me resigno, me callo y sigo caminando. Y cuando estás a punto de soltar una lágrima por no poder hablar con nadie, aparece ella. De entre la multitud ingente y la mucha palabrería aparece dispuesta a escuchar cualquier cosa que le diga. Son las 5 de la mañana y ella me escucha. No puedo creer lo que veo pero mejor no me pregunto nada. Así que visto lo visto se lo achaqué a su personalidad y deduje que tenía una de las más bellas personalidades que jamás nadie ha visto nunca. Cuídala, niña, cuídala. Y que dure hasta que el sol, muerto de aburrimiento, decida no encenderse más. Cuídala, niña, cuídala.
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